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Ayos en Cristo



Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio.” 1 Corintios 4:15


¿Quiénes eran los ayos?


La historia cuenta que eran sirvientes que se ocupaban de llevar a los niños a la escuela. La palabra original en el griego es “pedagogo”. Así se referían a las personas encargadas de trasladar a los niños a los lugares donde serían educados o a las escuelas. Esto hizo que, por transferencia, se les llamara pedagogos a los maestros o a los instructores que se encargaban de la enseñanza en sí misma. Un ayo debía “conducir” al niño a la buena educación.


Bíblicamente también se menciona la figura del ayo. Dice el Apóstol Pablo en Gálatas 3:24 a 26 “De manera que la ley nuestro ayo fué para llevarnos á Cristo, para que fuésemos justificados por la fe. Mas venida la fe, ya no estamos bajo ayo; Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.” Esto indica que la Ley Mosaica no salva en sí misma, sino que conduce a Cristo. Todas las Sagradas Escrituras fueron hablando del Salvador que habría de venir y de Su Obra Salvadora. Ya lo dijo el mismo Jesús en Juan 5:39: “Escudriñad las Escrituras, porque á vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.”


La Ley debe mostrarnos aquello que Dios quiere, lo que a Dios le agrada, para luego redargüirnos de pecado, convenciéndonos de nuestra indignidad. Al reconocer que estamos perdidos en nuestros delitos y pecados, podemos buscar a Jesús, el único que puede ofrecer Salvación y Vida Eterna.


Una vez que hemos llegado a Cristo y le hemos reconocido como Salvador personal, iniciamos una nueva etapa, viviendo la vida de la nueva criatura, que busca agradar a su Salvador y nuevo Señor. Entre Sus ordenanzas, leemos en Marcos 5:19 que nos manda “Vete á tu casa, á los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.” Por eso empieza un tiempo en el que deseamos ganar a otros, mostrándoles a Cristo en nuestras vidas, para que ellos lleguen al conocimiento de la verdad también. Y entonces pasamos a constituirnos en “ayos” para muchas almas. Debemos encargarnos, según la definición leída, de llevarlas al lugar donde serán bien educadas, instruidas en la verdad. ¡Qué gran responsabilidad! ¡Y qué tarea tan bendita nos ha encomendado nuestro Señor! Espiritualmente somos “ayos” de las almas que están “…sin Cristo…sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Efesios 2:12) Debemos, entonces, guiarlos a que sean enseñados del Único Maestro: el Señor. A veces no somos conscientes de tan alto privilegio y la responsabilidad que conlleva. Debemos “pastorear” a las ovejas. Aun cuando no seamos Pastores de una Iglesia, Dios ha puesto a nuestro cuidado almas de niñitos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos. Debemos sentir compasión, como lo hizo Jesús, al verlos “…como ovejas que no tenían pastor…” (Marcos 6:34) Conducirlos a los pies del Maestro, para que lleguen a tener un encuentro personal con Él, será nuestro objetivo como ayos en Cristo.


Dice 1 Corintios 3: 4 a 11 que puede ser que nos toque plantar, o tal vez regar, pero nada somos, sino Dios que da el crecimiento. Nos llama “coadjutores”, es decir, ayudadores de la Obra de Dios. En nuestro rol de cuidadores de almas, debiéramos encomendarlas a Dios en oración cada día, velando por ellas.

“Por tanto, velad, acordándoos que por tres años de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas á cada uno. Y ahora, hermanos, os encomiendo á Dios, y á la palabra de su gracia: el cual es poderoso para sobreedificar, y daros heredad con todos los santificados.” Hechos 20:31 y 32


Será una obra “dolorífica” (como decía nuestro hermano Misionero Armando Di Pardo), mostrándonos en este neologismo el sacrificio y el dolor que implicaba. Pero no debemos olvidar encomendar a las almas a Dios y a la Palabra de Su gracia. Es Dios el que hará la transformación en los corazones, obrando por el Espíritu Santo y las Sagradas Escrituras. Por lo tanto, la oración será fundamental.


Otro aspecto necesario, destacado en el pasaje de Romanos 14, el cual haremos bien en meditar, será el tacto cristiano, y una gran dosis de paciencia, buscando “… no poner tropiezo ó escándalo al hermano.” (o al inconverso) (Verso 13)


Frecuentemente podemos ver que muchas veces hay almas que son traídas a los Caminos del Señor, y prontamente nos alegramos por verlos avanzar en Sus sendas. Pero al tiempo, tal vez nuestra falta de tacto cristiano, o nuestra impaciencia, arruinan la obra que Cristo está haciendo en ellos. Nos ponemos en rol de “jueces” o pretendemos que el recién convertido o el hermano recién llegado comprenda todo de una vez. En ocasiones lo exhortamos o lo reprendemos y podemos llegar a escandalizarlo.


Quizá nuestras actitudes son de tropiezo. Y por causa de ellas el “…hermano es contristado” y eso no es andar “…conforme á la caridad”. Por eso nos exhorta el verso 15: “…No arruines con tu comida á aquél por el cual Cristo murió.”


“Así que, sigamos lo que hace á la paz, y á la edificación de los unos á los otros. No destruyas la obra de Dios…”

Rom 14:19 y 20


La Redacción

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