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Foto del escritorIglesia Cristiana Evangelica Tandil

“Bueno es al hombre, si llevare el yugo desde su mocedad.” Lamentaciones 3:27




Este es un texto muy conocido. Lo cantamos muchas veces. Seguramente hemos escuchado hablar del yugo en numerosas ocasiones. Pero para aquellos que hemos nacido en la ciudad, no se nos hace tan clara la figura hasta que nos adentramos en conocer este elemento r


ural que el Señor usó para nuestro ejemplo nombrándolo reiteradas veces. El Señor, cuando estaba en la tierra, hablaba en parábolas a fin de que, quien estuviese interesado verdaderamente en conocer lo que Dios quería hablarle, profundizara y analizara cada figura, sacando la enseñanza espiritual (Marcos 4:33 y 34)

Un yugo es un elemento de madera que se usa para armar yuntas. Las yuntas son parejas de animales que se utilizan para tirar una carreta o un arado. Se coloca sobre la cabeza o en la cerviz de los bueyes, atándolo con coyundas.

Yugo, cerviz, coyundas… son todas palabras que se repiten en varios pasajes bíblicos. Especialmente en las profecías que Dios enviaba a Su pueblo. Utilizaba esta figura que hoy, con ayuda divina, analizaremos.

En el texto del pasaje base nos dice que es “bueno” al hombre llevar el yugo desde la mocedad o la juventud. Y en el conocido pasaje de Mateo 11:28 a 30, volvemos a encontrar esta misma invitación, que nos exhorta a ir a Él para que nos coloque Su yugo, el cual es fácil y ligero.

En nuestro limitado entendimiento, no podemos llegar a darnos cuenta de qué manera puede llegar a ser bueno el llevar una “madera” en nuestra cerviz. Pero si nos acercamos con humildad para entender, veremos lo que nos está queriendo decir.

Los hombres, sin Cristo, no están libres, como tal vez creen. Sino que el pecado los tiene atados a un yugo, también, pero de características muy diferentes al que ofrece el Señor. El yugo del diablo es oneroso, (como expresa el Himno 484 en su tercera estrofa), pesado, molesto, gravoso. Él desea romper las coyundas que tienen atado a cada hombre a ese yugo, que lo mantienen con el rostro cabizbajo, sumido en la desesperanza de este mundo, llevando la carga del peso del pecado. (Levítico 26:12 y 13) Si el pecador responde a la invitación divina a que vaya a Él para confesar sus pecados y confiar en la Obra de Cristo en la Cruz a su favor, él quitará aquello que lo tiene cautivo por el lazo del diablo (2 Timoteo 2:26) y le hará andar con el rostro en alto. ¡Qué maravillosa la obra de Dios! Nos ofrece verdadera libertad.

Pero ahora, ya libres del pecado, debemos dejarnos colocar ese yugo fácil y ligero: el yugo de Cristo, que nos mantendrá con la cerviz baja, para dejarnos guiar por Él y así poder ser útiles.

Es muy interesante ver cómo se enyuga a un buey. Propio de la bestia, naturalmente el animal no se deja uncir (atar). Menea su cabeza y se resiste a ser enyugado. Por eso, el boyero tiene un tratamiento especial con el animal. Primeramente se acerca al buey para ganar su confianza. Es maravilloso ver cómo, luego de la resistencia inicial, el animal comienza a oler a su nuevo dueño, hasta ir tomando confianza, demostrada por olfateos y lamidas.

El siguiente paso, es colocar sobre la cabeza de cada buey, una pieza de madera o medio yugo, a fin de que vaya acostumbrándose a “bajar la cabeza”, ser dócil y manso. La mansedumbre es una manifestación del fruto del Espíritu y se debe ir desarrollando en los hijos de Dios. Se caracteriza por recibir las correcciones o tratos divinos hacia nosotros como los mejores, sin resistirse ni rebelarse. Así Dios debe ir obrando en cada uno de nosotros, formándonos, enseñándonos, santificándonos. Las pruebas que vayamos necesitando, harán que seamos “perfectos y cabales, sin faltar en alguna cosa…” (Santiago 1:4)

Pero ese animal que está siendo amansado, sólo será útil si forma parte de una yunta o pareja de bueyes, para que caminen juntos. Quien ofrece caminar a nuestro lado es el mismo Señor. Él desea que nos dejemos colocar Su yugo y transitar juntos, en todos los aspectos de la vida. No solamente en lo referido a la vida espiritual, sino que debe estar a nuestro lado en todos los aspectos. ¡Qué maravilloso será entonces, saber que Él camina a nuestro lado, que conoce el camino como nadie y que nos guiará por la buena senda!

Cuando un animal de yunta se rebela y tironea, pretendiendo ir por otro camino o sacarse el yugo, termina lastimado. La misma actitud reticente hace que se cause dolor a él mismo. Por eso será fundamental caminar con docilidad, sin pretender hacer la voluntad propia. “Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.” Lucas 9:23 ¡Cuán bendecidos seremos si, cada día, cada mañana, vamos a Él para que nos calce Su yugo y nos dejamos guiar!

Caminar juntos, al paso que Él nos marque, sin rebelarnos, hará que seamos bendecidos. Ahora entendemos por qué dice Lamentaciones 3:27 que es bueno al hombre si lleva el yugo desde su juventud. Porque en la juventud estamos a tiempo de evitar grandes desvíos. Porque somos más fáciles de amansar. Y porque, en esa edad caracterizada por la inexperiencia e impulsividad, se deben decidir muchas cosas trascendentales: qué carrera seguir; qué trabajo escoger; qué amigos frecuentar y qué compañera o compañero será nuestra yunta en el tránsito terrenal. Jeremías pudo decirlo con autoridad, porque personalmente fue instruido pasando por una experiencia concreta: En el Capítulo 27, en el verso 2, leemos que Dios mandó al profeta a que se construyera un yugo y él mismo se lo colocara. De esta manera didáctica podría luego decir con total certeza que era bueno llevar el yugo que Dios ofrece.

La palabra cónyuge viene de conyugal. Los cónyuges son precisamente eso, los que comparten el mismo yugo, los que tiran juntos para el mismo lado, los que se acompañan en el trabajo. Una palabra que se usa para designar a los esposos. ¡Qué maravilloso poder ver lo que Dios nos quiere enseñar!

Luego de que un buey es amansado individualmente, se le debe buscar una pareja, la cual será su compañera de yugo. Para eso, no puede elegirse cualquier animal. Entre las cosas a tomar en cuenta se pueden mencionar: que ambos bueyes deben tener la misma estatura y contextura física, de lo contrario, saldrán lastimados, por tirar desparejo. Deben asemejarse en fuerza y vitalidad. Algún boyero, tal vez, sea tentado a formar yunta entre un buey fuerte y vigoroso, con otro más flaco y débil, creyendo que podría ser útil para el menor, compartir el peso con uno más robusto. Pero la experiencia demuestra que, la utilidad y el tranco de la yunta serán marcados por el más endeble. Podemos comprender la exhortación:

¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de concierto?” Amós 3:3

No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿ó qué parte el fiel con el infiel? ¿Y qué concierto el templo de Dios con los ídolos?...” 2 Cor. 6:14 a 16

Con esta simple figura Dios quiere hacernos entender, especialmente a los jóvenes, que es negativo ir en yunta desigual. Los principales perjudicados seremos nosotros, los hijos de Dios, que ya hemos sigo ganados por Él para correr mejor suerte. Él nos quiere bendecir de la manera que no imaginamos (1 Cor. 1:9) Por eso nunca tendrá buen fin aquel creyente que se une en noviazgo y matrimonio con un inconverso. Desde el momento que así lo haga, su tranco estará marcado por el andar del no creyente y ya no seremos felices ni bendecidos como Dios desea.

Contrariamente, Dios desea buscarme “yunta”, buscarme a la compañía que Él ya ha pensado. Quiere trabajar a cada uno de los integrantes de la futura pareja por separados. Cuando sea el tiempo indicado, recién ahí, Su pericia hará que la dupla camine en fidelidad y bendición verdadera.

La Redacción

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