“Esperad aún ahora, y mirad esta gran cosa que Jehová hará delante de vuestros ojos”. (1 Samuel 12:16)
Me gustaron estas palabras para comenzar esta meditación que, si las leemos fuera de su contexto, quizá podamos pensar que Dios iba hacer una gran cosa con Su pueblo. ¡Y sí la hizo!, por mano del profeta Samuel, permitió que lloviera y tronara en un tiempo en el que en Palestina no era habitual que lloviera, porque era el tiempo de la siega del trigo (verso 17 y 18) y el cielo es sereno y despejado en esta época del año (a mediados del mes de junio, principio de Julio). Fue una gran señal, “una gran cosa”, pero no era para bendición, sino para juicio. El pueblo de Israel, no escuchaba la voz de Dios y tampoco la quería obedecer (1 Samuel 8:19). Era un tiempo, en el que Israel se quería parecer a los demás pueblos y dejarse gobernar así por un rey, en vez de que Dios los gobernara a través de Sus jueces y Sus siervos los profetas, como lo venía haciendo anteriormente. (cap. 8:20)
“…y todo el pueblo temió en gran manera a Jehová y a Samuel.” (12:18)
Como no oían la voz de Dios, ¡sí oyeron las lluvias y truenos! Que no seamos como el pueblo, desobedientes a tal punto, que Dios nos tenga que enviar lluvias de juicio, en vez de “Lluvias de bendición grandes”, como dice un himno que cantamos en nuestras congregaciones. (himno N° 190)
Sigue el verso 19, del capítulo 12 de 1° Samuel relatando que el pueblo reaccionó y pidió a Samuel que rogara por ellos y por misericordia. También nosotros debemos hacer lo mismo, clamando al Señor, dice en la carta a los Hebreos en el capítulo 7 verso 25, hablando del Señor Jesús:
“Por lo cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.”
En ese tiempo, Samuel intercedía por el pueblo. Ahora nosotros Sus hijos, tenemos al Señor Jesús, que vive orando y pidiendo por cada uno de nosotros: “Mas yo he rogado por ti que tu fe no falte…”. (Lucas 22: 32)
¡Qué consolador! ¡Acudamos a Él, para que nos perdone y salve de nuestros pecados!
Siguiendo con el pasaje que estábamos meditando, vemos que Samuel sigue hablándoles:
“…No temáis: vosotros habéis cometido todo este mal; mas con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servid a Jehová con todo vuestro corazón:” (verso 20)
Así como Dios le dio una nueva oportunidad a Su pueblo, nos la da hoy a nosotros, cada día nuevo que despertamos, cada año que nos permite comenzar…porque no nos consume, se acuerda de nuestra condición, que somo polvo… (Lamentaciones 3: 22 y 23- Salmo 103:14) y nos pide que le sirvamos así, con todo nuestro corazón. No a medias, sino enteramente, porque continúa el versículo con dos puntos:
“No os apartéis en pos de las vanidades, que no aprovechan ni libran, porque son vanidades.” (verso21)
Esta sería la clave, para poder servir al Señor como Él quiere y merece; no siguiendo a las vanidades, es decir, a lo sin sentido, hueco y superficial que nos ofrece este mundo con infinidades de ofertas y posibilidades de actividades y entretenimientos para hacer e ir tras ellas…pero que, en definitiva, nos apartan de los planes de Dios para nuestra vida, de Su santa y perfecta voluntad. Cada uno tendrá que analizar personalmente cuáles son aquellas cosas que le apartan de Dios o están ocupando el lugar que Él debe tener en nuestro corazón.
Por ello terminamos esta sencilla meditación, pero profunda a la vez con el verso 24:
“Solamente temed a Jehová, y servidle de verdad con todo vuestro corazón, porque considerad cuán grandes cosas ha hecho con vosotros.”
¿Qué es lo que considero? ¿Lo que miro, en qué me detengo? ¿De qué voy detrás, todo el día, todos mis días? Solamente una sola cosa desea el Señor de cada uno de nosotros, queridos lectores; que le amemos y dediquemos nuestras vidas, viendo, observando y fijando nuestra atención en todo lo que ha hecho, por amor a nosotros.
“Y Jehová celará a su tierra, y perdonará a su pueblo.”
“Tierra, no temas; alégrate y gózate: porque Jehová ha de hacer grandes cosas.” Joel 2: 18 y 21
Terminamos esta meditación, como comenzamos diciendo: Dios puede y quiere hacer grandes cosas en mi vida y en la tuya, que así sea; para alegría y gozo, no para lamento.
LA REDACCIÓN
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