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Foto del escritorIglesia Cristiana Evangelica Tandil

Con el alma anclada (Lectura: Hebreos 6:17 a 20)


“…Tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos á trabarnos de la esperanza propuesta: La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que entra hasta dentro del velo; Donde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice eternalmente según el orden de Melchîsedec.” 

Hebreos 6: 18 a 20


El alma es una parte del ser humano muy inquieta y cambiante. Muchos versículos bíblicos la presentan como aquella que se conmueve fácilmente.


“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te conturbas en mí? Espera á Dios; porque aun le tengo de alabar por las saludes de su presencia. Dios mío, mi alma está en mí abatida…”

Salmo 42:5 y 6


El alma se asocia a la voluntad, a los sentimientos y a la mente o pensamientos. Justamente son nuestros pensamientos los que divagan y son muy variables. Hoy vemos en la sociedad en la que vivimos una pandemia de enfermedades de la mente y del alma: depresión; angustia; estrés, desánimo… Pero leemos en el versículo 18 del pasaje leído que los cristianos podemos tener “…un fortísimo consuelo.”  Es decir, “descanso o alivio de la pena o fatiga que oprime el ánimo.” (Diccionario de la RAE) 


Nuestro ánimo se oprime, pero esto puede cambiar y aliviarse, si nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta. 


Sólo en Jesús tendremos el descanso.


“Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” 

Mateo 11:28 y 29


Aquellos  que, reconociéndose “cansados” de pecar y soportar los trabajos y cargas que vienen como consecuencia de una vida alejada de Dios se acercan al Señor Jesucristo, obtienen el verdadero descanso del alma. Él espera con brazos abiertos, que te arrodilles a Sus pies y le confieses todos tus pecados, depositando tu fe en la Obra bendita que hizo en la Cruz para salvarte. Desde ese momento Cristo te lava con Su Sangre preciosa y pasas a ser hijo de Dios. Ahora sí, tendrás una bendita esperanza: la Salvación eterna, que comienza desde el día que aceptas a Jesús como tu Salvador personal y que tiene una concreción plena “…en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”

Filipenses 3:20 


Esta experiencia que Dios nos propone, es voluntaria. Podemos acogernos a trabarnos de ella, o no. Podemos refugiarnos en esta bendita esperanza y tomarnos fuertemente de ella. Sólo así nuestra alma estará amarrada cuando anclamos nuestra fe en el puerto celestial. Ahora el alma dejará de divagar sin rumbo, porque ha puesto su fe en la Obra de Cristo que es un ancla segura y firme para nuestra alma. La seguridad no está en los hombres, porque no podemos confiar en ninguno de ellos, ni en nosotros mismos. (Jeremías 17:5)

Muchos de los Apóstoles y seguidores de Jesús eran pescadores. Dios quiso que pasaran experiencias en los barcos, para que comprendieran la analogía de las naves y el alma humana.


La historia relatada en Marcos 6:47 a 54 puede sernos de gran enseñanza en este sentido. El Señor nos mira, bogando fatigados (v. 48), cuando intentamos remar solos por la vida, pensando que podremos guiar nuestro barco por propia pericia. Por eso “… vino a ellos… y quería precederlos.” Deseaba mostrarles el camino, ir delante, ser el Señor de ellos. 


Pero sin Cristo, los hombres están turbados (v. 50) Hasta que habló con ellos y escucharon Su dulce voz que decía: “…Alentaos; yo soy, no temáis.” 

Cuando Cristo se presenta en nuestra vida, “todo cambia en el barco,” si es que dejamos que suba a nosotros y entre a morar (v. 51) Él calma el viento y trae gozo y paz inefable. 

Así como los discípulos, nosotros también hemos tenido otras experiencias previas y nos ha querido mostrar Su poder y divinidad (v. 52) Pero la propia inquietud de la que hablamos, nos impide considerar, ver y comprender las maravillas de Dios. 

Finalmente, con Cristo en el barco, se llega a puerto (v. 53)


“Claman empero á Jehová en su angustia, y líbralos de sus aflicciones. Hace parar la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Alégranse luego porque se reposaron; y él los guía al puerto que deseaban.” 


Salmo 107:28 a 30


Cuando las olas de las pruebas lleguen a tu alma y estés entrando en zona tormentosa, debes recordar que te has trabado de una segura y firme esperanza y tu vida está anclada en el Señor. Escucha Su dulce voz que trae fortísimo consuelo. Y confía en Él.

“Mas ahora os amonesto que tengáis buen ánimo; porque ninguna pérdida habrá de persona de vosotros, sino solamente de la nave.  Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios del cual yo soy, y al cual sirvo, Diciendo: Pablo, no temas; es menester que seas presentado delante de César; y he aquí, Dios te ha dado todos los que navegan contigo. Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho.” Hechos 27:22 a 25


La Redacción


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