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De rodillas... ante Jesús

Actualizado: 25 dic 2022


Leyendo un pasaje muy conocido de La Palabra de Dios, La Biblia, en San Juan capítulo 11, donde nos narra la experiencia que atravesó la amada familia de Bethania (Juan 11:5), llamó mi atención la actitud piadosa de María.


Cuenta la historia que esta familia formada por tres hermanos (Marta, María y Lázaro) pasaba la triste circunstancia de la enfermedad que luego tuvo como desenlace la muerte del amado Lázaro. Jesús no estaba allí con ellos, y aunque lo llamaron, “no llegó a tiempo”, según nuestro entender humano, pero no según los designios divinos.


Cuando Jesús llegó a la aldea de Bethania, Marta fue al encuentro del Señor, mientras que María se quedó en su casa (verso 20). Sin embargo, al oír que Jesús se aproximaba, María se levantó prestamente (verso 24). La gente que le rodaba en la casa y la había ha visto tan acongojada, ante tal actitud juzgó precipitadamente y todos dijeron: “…Va al sepulcro a llorar allí”. (v.31) ¡Cuán equivocada apreciación! María fue a derribare a los pies de Su Maestro (versos 31 y 32). ¡Qué hubiera ganado yendo a llorar al sepulcro! Allí solo había un cuerpo muerto! ¡En cambio en Jesús estaba la vida!

¡Cuánta gente toma esta actitud ante la muerte! Lloran sobre la muerte y solo reciben de ella dolor y más tristeza. María, sabiamente, fue al lugar indicado… a los pies del Señor. No fue con soberbia, ni a reprocharle nada, sino a pedirle consolación.

Podía, como Marta su hermana, hablarle a Jesús de pie. Sin embargo ella humillada, rendida le dijo Señor, si hubieras estado aquí, no fuera muerto mi hermano.” Y Jesús, dice la Biblia, que lloró con ella. (verso 35)


¿Imaginamos la escena? ¡Jesús abrazando a María y llorando con ella! La Biblia no lo dice, pero puede haber sido así. Dice El Cantar de los Cantares “Su izquierda esté debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace.” (Cantares 2-6)


Esto es lo que vamos a recibir cada vez que, pasando por la aflicción de muerte o cualquier otra cosa difícil de entender, le contamos nuestras penas a Jesucristo, postrados humildemente a Sus pies.

Viene a mi mente la otra María, la Magdalena. Dice el apóstol Juan en su Evangelio (cap. 20 verso 11) “Empero María estaba afuera llorando junto al sepulcro...” ¡Qué equivocada actitud! Se turbó, se olvidó de las promesas de resurrección del Señor, al punto tal que ni a los ángeles de Dios distinguió, ni aún al mismo Jesús resucitado que tuvo que llamarla por su nombre: “¡María!” para que ella reaccionara (Juan 20-11 a 16)

Cuidado con nuestras penas; llevémoslas siempre postrados, sin reproches, a los pies del Señor y veremos Su Gloria. Así le pasó a María de Bethania, Jesús le mostró Su poder, que venció la muerte, la consoló y la puso de pie para que siga por la vida andando con victoria (versos 40 y 43)


Pero es necesario advertir que esta experiencia de María de Bethania, fue la consecuencia de una vida constante “de rodillas”, ante Jesús… Tres veces los Evangelios hacen referencia de María: aquí en Juan 11 (el relato leído); en Lucas cap.10, versos 38 a 42 y en Juan cap. 12, versos 1 a 3. ¡Qué notable! Siempre María a los pies de Jesús: “…María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.” “…María tomó una libra de ungüento de nardo líquido…y ungió los pies de Jesús…”


A Sus pies para aprender de Él… A Sus pies, para contarle sus penas y rogarle, buscando el consuelo verdadero… A Sus pies para adorarle y agradecerle…


“…Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.” (Salmo 51-17)


“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salvará a los contritos de espíritu.” (Salmo 34-18)

“Porque el Alto Jehová atiende al humilde; más al altivo mira de lejos.” (Salmo 138-6)


No busques enseñanza en otros “maestros”; no rindas tu vida y tiempo en otros lugares; no llores en lugares donde no hallarás el verdadero consuelo. Busca a Dios, y derríbate ante Su amorosa presencia, que Él tendrá de ti misericordia. Cuéntale todas tus necesidades, especialmente las de tu alma, confiésale todos tus pecados y recibirás el perdón, la paz verdadera y la vida eterna. “Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras.” (Salmo 145-17)


María escogió la buena parte, la cual no le fue quitada…

Hagamos nosotros lo mismo.


LA REDACCIÓN

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