Lectura: Marcos 11: 1 a 11
El domingo antes que Jesús muriera en la Cruz del Calvario, sucedió el episodio que se relata en este pasaje y en los demás Evangelios. El Señor mandó a dos de sus discípulos a una aldea cercana, con instrucciones precisas para conseguir un pollino para Él. Un pollino es un asno joven. Se detalla en las Escrituras que lo hallarían junto a un asna, atado.
El Señor lo usaría para montarlo y así, en forma humilde y sin lujos, entraría en la ciudad de Jerusalem, donde sería prendido, maltratado, sometido a un falso juicio, torturado y finalmente, crucificado por nuestros pecados y para la Salvación de todo aquel que cree en Su Obra Salvadora.
Vemos que este evento del animalito que, a primera vista, parece sencillo y sin tanta importancia, nos deja grandes lecciones. Primeramente nos hace ver una profecía cumplida, escrita por el profeta Zacarías, quinientos años antes de que sucediera, aproximadamente. “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalem: he aquí, tu rey vendrá á ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna.” (Zac. 9:9) Vemos que Jesús, por ser el Hijo de Dios, sabía lo que iba a acontecer, aun antes de que sucediera y quiso conseguir el pollino de este modo, para que sus discípulos confirmaran, una vez más, Su todo poder, al ver que lo tenía todo controlado y en Sus planes.
Como hemos de suponer, ese animal de yugo tenía dueño, por lo que los discípulos se iban a enfrentar al reclamo del propietario o de alguien que estuviese mirando. Allí está la otra gran lección. “Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo ha menester: y luego lo enviará acá.” (Marcos 11:3) “Y si alguno os dijere algo, decid: El Señor los ha menester. Y luego los dejará.” (Mateo 21:3) Las palabras del Señor tocarían el corazón del dueño del pollino. ¡El Señor lo necesitaba! Y lo iba a usar para Su gloria. Ese burrito no había sido montado por nadie todavía y, el dueño, lo tenía allí, atado, guardado, para alguna posible utilidad futura. Pero, amarrado, de nada servía. Gracias a las dulces palabras del Señor, no coercitivas, este hombre lo entregó para la gloria de Dios. De ese modo, el humilde asnito, pasó a ser recordado en la historia sagrada. Pasó del anonimato e inutilidad, a las manos del Señor que lo usó para bendición y su propio ensalzamiento.
Este suceso con detalles cotidianos, nos hace analizar nuestra vida personal, nuestras propiedades que aún tenemos “atadas”, nuestros bienes materiales, pero también, los espirituales. ¿Qué tengo atado aún para mis egoístas planes? ¿Qué es aquello que el Señor “ha menester” y yo todavía no se lo he dado? ¡Qué precioso que pueda hoy mismo escuchar Su dulce voz que me invita a entregar mis bienes, pero primeramente mi propia vida, para Sus usos y para Su propia gloria! El me invita a entregarle mi corazón, mi tiempo, mis años, mis fuerzas, mi salud, mis cosas, mi voluntad, para dejárselos en completa disponibilidad para lo que Él quiera.
“De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades, por causa de mí y del evangelio, Que no reciba cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” (Marcos 10:29 y 30) El Señor no se quedará en deuda, te bendecirá ricamente. ¡No retacees tu vida! ¡Desata tu “pollino”!
La mies es mucha y faltan obreros. Jesús mandó a clamar por esto. Podemos representarnos esta visión: Un campo enorme, con mucho por arar, sembrar y recoger, y cientos de jóvenes fuertes con sus vidas “amarradas” para sus usos personales y terrenos.
¡Que hoy respondamos al llamado y dejemos que esas cuerdas caigan, entregándonos para Su servicio!
La Redacción
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