Ante el requerimiento de los hermanos que realizan este precioso y humilde Boletín Juvenil, me he puesto a escribirles algo a los jóvenes. Tarea que me resulta difícil, pues no tengo práctica y, para escribir sobre un tema espiritual, es aún mayor la responsabilidad; pero solicité como corresponde la ayuda al Señor y así pude hacerlo.
Él me guió a la 1ª Carta del Apóstol San Juan, la cual leí toda y tomé el capítulo 4: 7 a 21 para compartir con ustedes. Como sabemos, el Apóstol Juan es llamado “el Apóstol del amor”, pues habla mucho de él; fue así que decidí quedarme con este tema. Ahora bien, me pregunto... ¿Qué es el Amor? Y ¿Qué es el Amor Verdadero? , y al decir “Amor Verdadero” estamos signando que existe otro que es falso, que es mentiroso, que tiene su origen en el padre de mentira que es el Diablo, que desechó la verdad en la cual había sido creado. (Juan 8:44 – comparar con Génesis 3: 1 a 15 y Ezequiel 28: 13 a 19)
Ahora veamos el significado y el origen del Amor Verdadero. El secreto está en el pasaje leído, pues el verso 7, donde comenzamos la lectura, dice que el amor es de Dios. Es decir, se origina en el Dios Trino desde la Eternidad. Así también lo aseveran los versículos 8 y 16, diciendo que Dios, en Su esencia es amor. “...Dios es Amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él.” (v. 16) El amor es el atributo principal de Dios, cuya longitud, anchura, altura, y profundidad, están fuera de nuestra comprensión, porque son infinitas. (Efesios 3: 18 y 19)
El amor de Dios es indeciblemente grande, perfecto, y glorioso. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3: 16)
El verso 7 que leímos al principio, dice que “...Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” En otras palabras, se nos dice que para manifestar el Amor Verdadero, se debe tener la experiencia salvadora: “haber nacido de nuevo” ... y sólo es posible si el joven de cualquier edad que fuere, se arrepiente genuinamente para con el Padre, y tiene la fe en la Obra Redentora de Su Hijo Amado que es la máxima expresión del Amor de Dios para con el hombre pecador.
¿Tienes tú esta experiencia, estimado joven? Si contestas positivamente, detente en la Misericordia que Dios tuvo para toda la humanidad: “... sino que Él nos amó a nosotros…” (verso 10) La prueba máxima de ese amor es la entrega de Su Hijo en propiciación por nuestros pecados. “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió á su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.” (v.9)
“Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo.” (verso 14)
“Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento á haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.” (Romanos 3:25) (“Propiciación” es la ofrenda que apacigua la ira de aquél contra quien se ha cometido una ofensa)
Cristo, el Hijo Eterno, se ofreció para derramar Su Sangre pura para apaciguar la ira de Dios, para que todo aquel que desea aceptarle, lo haga, confiando en la virtud de Su Sangre inocente derramada por la humanidad. Si ya tenemos al Espíritu de amor en nuestro corazón, tenemos que experimentar el versículo 11, es decir, PONER EN PRÁCTICA EL AMOR DE DIOS. “Amados, si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos á otros.”
¿Lo estamos haciendo? Si contestamos que sí, la exhortación de La Palabra es “...que abundéis más” (1ª Tes. 3: 12 y 4: 9 y 10)
“Ninguno vió jamás á Dios. Si nos amamos unos á otros, Dios está en nosotros, y su amor es perfecto en nosotros.” (v.12)
Este verso 12 nos dice que se muestra a Dios a través del amor que el Espíritu Santo puso en el corazón del cristiano verdadero. Por lo tanto, tratemos de amar a nuestro prójimo como lo hiciera el mismo Señor Jesús, (verso 20 y 21 – Mateo 22: 36 a 40)
Para concluir decimos que el amor al prójimo, comienza con nuestros familiares, los que están más próximos, a los cuales debemos demostrar por la sola gracia de Dios, que tenemos Su Amor en nuestro corazón y, muy especialmente, cada uno de todos nosotros que decimos sustentar el Testimonio de carácter Universal Philadelphia “Amor Fraternal”.
Así mismo, el amor verdadero, el del Señor, debemos practicarlo en nuestras congregaciones y, en especial, entre los jóvenes que serán (algunos ya lo son), los futuros miembros de ellas.
Pastor Alfredo De Nardo, de la Iglesia en Tandil
Publicado en la Edición 83 año 2001
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