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Foto del escritorIglesia Cristiana Evangelica Tandil

"Dios es refugio"

Actualizado: 25 dic 2022



El eterno Dios es tu refugio y acá abajo los brazos eternos...”

Deuteronomio 33:27


EL SEÑOR: REFUGIO PARA SALVACIÓN DEL ALMA.


Hoy estudiaremos: “Dios es refugio”. Hay muchos textos en la Biblia que hablan sobre esta hermosa figura.

Según el diccionario, el término “refugio” significa: “Asilo, acogida, amparo. Lugar que sirve para protegerse del peligro. Protección o amparo que una persona encuentra en otra o en algo, librándola del peligro. Edificio situado en determinados lugares de montaña, para acoger a viajeros y excursionistas.”


Luego de leer estas definiciones, podemos preguntarnos: ¿cuándo nos refugiamos? Lo hacemos cuando estamos en necesidad, en apuros, en dificultades, cuando huimos del peligro, sea por una persecución, porque huimos de malas personas, de animales salvajes, de tormentas, inclemencias del clima en general, etc. Estos son algunos de los motivos más comunes que nos llevan a refugiarnos, a ampararnos en algún lugar seguro.


Cuando buscamos un refugio, lo hacemos pensando en algo que nos brinde seguridad y fortaleza. Algo que sirva para escondernos del peligro y refugiarnos del mal.


En el plano espiritual y estudiando a Dios como Refugio en esta ocasión, podemos decir que todos los que aceptamos a Cristo como Salvador Personal, nos allegamos clamando por Su amparo, por Su refugio. Estábamos perdidos eternamente porque la Palabra de Dios dice que la paga del pecado es muerte (Rom. 6:23) y que estábamos muertos espiritualmente en nuestros delitos y pecados. (Ef. 2:1) pero cuando nos acercamos al Señor y nos convertimos de todo corazón, Él nos amparó. Así leemos por ejemplo en 2da. Crónicas 6:38 y 39 “Si se convirtieren a tí de todo su corazón y de toda su alma en la tierra de su cautividad, donde los hubieren llevado cautivos, y oraren… Tú oirás desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y su ruego, y ampararás su causa, y perdonarás a tu pueblo que pecó contra tí.”


Convertirse es cambiar de dirección, dejar el camino del pecado, y volverse de todo corazón al Señor para empezar una nueva vida. Estábamos cautivos en nuestros pecados, por naturaleza perdidos eternamente, pero el Señor nos propone una nueva vida en Cristo. Así leemos en Hebreos 6:18 y 19 “...tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a trabarnos de la esperanza propuesta: La cual tenemo

s como segura y firme ancla del alma, y que entra hasta dentro del velo; donde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho Pontífice eternamente…” Tenemos que animarnos a acogernos, a ampararnos, a cobijarnos bajo las alas del Señor. Trabarnos de una esperanza que da firmeza y seguridad al alma, porque está anclada en el Altísimo. ¡Qué seguridad tan grande nos ofrece Nuestro Dios!

PERMANECER ESCONDIDOS EN CRISTO Y AL AMPARO DE SUS ALAS.


Dice Colosenses 3:3 “Porque muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” Quien murió por nosotros en la cruz del Calvario, fue el Señor Jesucristo y allí deshizo nuestros pecados. El apóstol Pablo decía que estaba crucificado con Él, es decir que debemos “hacernos uno” con la muerte del Señor. Morir al pecado, dar muerte a nuestra carne y vivir resucitados a la nueva vida en Cristo. Como dice el verso 4, Cristo debe manifestarse en nosotros, debe verse, debe reflejarse en nuestra vida cotidiana. Quienes nos vean, deben ver a Cristo, y nosotros permanecer escondidos en Él y en Dios. La clave está en no movernos de este “escondite divino”, de este refugio eterno y seguro para nuestra alma. Seremos librados de muchas angustias y peligros si permanecemos en Él.


Dice el Salmo 36:7 “¡Cuán ilustre, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas.” Quienes aceptamos al Señor como Salvador y experimentamos Su ilustre misericordia en nuestras vidas, no podemos dejar de recurrir al amparo de la sombra de Sus alas. Su misericordia es eterna, y su amparo también lo es, por eso cada vez que estamos en angustias, si permanecemos bajo Sus alas, no sentiremos miedo y permaneceremos en paz. El problema surge cuando por momentos nos queremos ir de debajo de Sus alas.

EL PELIGRO DE AMPARARNOS “A LA SOMBRA DE EGIPTO”.


Cuando como cristianos, nos rebelamos contra el Señor, y dejamos que nuestra carne pecaminosa haga lo que desea, corremos peligro, y es allí donde el Señor nos dice: “¡Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado! Pártense para descender a Egipto, y no han preguntado mi boca; para fortificarse con la fuerza de Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto. Más la fortaleza de Faraón se os tornará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión.Isaías 30:1 a 3

Egipto es figura del mundo. Nosotros también podemos descender a Egipto, cuando nos aconsejamos por personas que no son cristianas, cuando tomamos decisiones sin consultar al Señor, cuando nos amparamos para buscar ayuda entre incrédulos, en vez de cobijarnos en el Señor, y en los hermanos de la iglesia, que son nuestro refugio y amparo en esta vida cuando oran por nosotros y nos aconsejan en el Espíritu.

LA CASA DE DIOS: NUESTRO REFUGIO PARA SIEMPRE.


Dice el Salmo 61:3 y 4 “Porque tú has sido mi refugio, y torre de fortaleza delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre: Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas.” El tabernáculo hoy es el templo de Dios. Tenemos un tabernáculo en los cielos, porque nuestro Dios es en sí mismo el tabernáculo pero, mientras estamos aquí en la tierra, debemos habitar en el templo del Señor para sentirnos seguros. No hay otro lugar más seguro que el templo del Señor.


El Salmo 84: 1 a 4 habla del templo, de la casa de Dios, y dice palabras tan preciosas como estas: “¡Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Codicia y aún ardientemente desea mi alma los atrios de Jehová: Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. Aún el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí, donde ponga sus pollos en tus altares, oh Jehová de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. Bienaventurados los que habitan en tu casa: perpetuamente te alabarán (Selah)” Moradas amables, seguras, llenas de bendición y protección, que brindan refugio y son torre de fortaleza al alma angustiada. ¿Cómo no desearlas con ardor? Si no las deseo… ¿qué es lo que anhela entonces el corazón? El salmista decía en el Salmo 73:25 “¿A quién tengo yo en los cielos? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.” ¡Qué esta sea la experiencia de todos y cada uno de nosotros!


REFUGIARNOS EN LA ORACIÓN: LOS EJEMPLOS DE ANA Y DE DAVID.


Además del templo de Dios como refugio para nuestra vida espiritual pero también física, porque nuestro cuerpo, alma y espíritu hallan lugar de descanso en los atrios de la Casa de Dios, también otra manera de hallar refugio y amparo es mediante la oración. Podemos leer en 1 Samuel 2:2, cuando Ana, la madre de Samuel, alaba al Señor porque oyó su oración y le dio amparo en medio de su gran aflicción al no poder tener hijos, entonces dijo: “No hay santo como Jehová: Porque no hay ninguno fuera de tí; Y no hay refugio como el Dios nuestro.” ¿De qué se tenía que refugiar Ana? de sus angustias y también de sus enemigos, en este caso, su competidora Penina, que la angustiaba. Así debemos hacer nosotros, debemos aprender de Ana, derramar nuestro corazón ante el Señor y contarle y confesarle todo lo que nos pasa, lo que nos preocupa... Él ya lo sabe, porque como vimos, es Omnisciente, pero igual espera que se lo digamos, porque desea que reconozcamos con nuestros labios que Él es nuestro único y fuerte refugio.


El salmista David lo había experimentado muchas veces, huyendo de sus enemigos, en especial del rey Saúl. Leemos por ejemplo en el Salmo 59:16 y 17: “Yo empero cantaré tu fortaleza, y loaré de mañana tu misericordia: Porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia. Fortaleza mía, a ti cantaré; Porque eres Dios de mi amparo, Dios de mi misericordia.”. Cuando pasamos por experiencias difíciles, y experimentamos el amparo del Señor, podemos decir estas mismas palabras e invitar a otros a que hagan lo mismo, y recordarlas para próximas pruebas. Y haciendo mención al ejemplo de Ana derramando su corazón en oración, leemos en el Salmo 62:6 “Él solamente es mi fuerte y mi salud; es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria: en Dios está la roca de mi fortaleza, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón: Dios es nuestro amparo (Selah).

EL SEÑOR: REFUGIO AL POBRE.


En la Palabra, se relaciona a Dios como refugio de los pobres, de los menesterosos, de los huérfanos, de las viudas, de los más vulnerables y necesitados. Así leemos en Isaías 25:4 “Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, amparo contra el turbión, sombra contra el calor…” En el Salmo 9:9 Y será Jehová refugio al pobre, Refugio para el tiempo de angustia.” Y en el Salmo 10:14 “...A tí se acoge el pobre, Tú eres el amparo del huérfano.” entre otros tantos ejemplos.

Debemos reconocernos pobres y menesterosos para poder acudir al Dios que nos dará Su amparo y nos acogerá en Su Seno. Un pobre es alguien que tiene carencias, tiene necesidades materiales, pero aquí no se refiere sólo a ese tipo de pobreza, sino a la pobreza del alma, a la espiritual. Debemos reconocernos pobres en la fe, en el crecimiento espiritual, en las buenas obras, en la manifestación de los dones espirituales, y pedirle al Señor que nos capacite, que nos colme de todo lo que nos falta para que seamos para alabanza de Su gloria. Que abundemos más. Que vivamos la vida cristiana en abundancia espiritual. (S. Juan 10:10)


SER REFUGIO A LOS POBRES QUE NOS RODEAN.


Así como vimos, al estudiar a Dios Altísimo, que nos proveía de toda buena dádiva y todo don perfecto que descendía de lo alto para nosotros pobres criaturas, también debemos nosotros ser imitadores de nuestro Padre celestial, y ser refugio y amparo a quienes recurran a nosotros en busca de ayuda. Dice Levítico 25:35 “Y cuando tu hermano empobreciere, y se acogiere a ti, tú lo ampararás…” Dice Mateo 5:42 “Al que te pidiere, dale…” El Salmo 41:1 dice “Bienaventurado el que piensa en el pobre: en el día malo lo librará Jehová.”


Los discípulos Pedro y Juan, le dijeron a un pobre cojo de nacimiento sentado en la puerta del templo: “...Ni tengo plata ni oro; mas lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.” Hechos 3:6. Por más que no seamos gente de dinero, sin embargo, siempre tenemos por la gracia de Dios, algo para compartir, pero nunca debemos dejar de hacer lo que hicieron estos siervos de Dios, que dijeron “…mas lo que tengo te doy”. Esta expresión nos hace reflexionar y preguntarnos ¿qué es lo que tenemos para compartir en el plano espiritual? ¿Podemos enriquecer a otros? Si tenemos a Cristo tenemos todo, por más pobres que seamos en lo material. Pero debemos permanecer refugiados en el Altísimo para enriquecernos en Sus cosas y poder así enriquecer a otros como dice 2 Corintios 6:10 “Como doloridos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.


Entre las personas incrédulas, muchas veces encontramos a las que se creen fuertes y que no necesitan refugiarse más que en ellas mismas, en sus capacidades, en sus conocimientos, etc. Pero también están quienes se sienten sin rumbo, vulnerables, muy necesitadas en todos los aspectos. Tal vez estas últimas son las que buscan refugiarse asistiendo a iglesias, a sectas o siguiendo ideologías o filosofías humanas que lejos están de brindar el verdadero amparo que necesita el alma. ¡Qué precioso que la gente que nos rodea desee estar con nosotros los cristianos verdaderos! Que busquen refugiarse en nosotros, porque ven algo distinto que les traiga bendición y paz al alma atribulada. Para ilustrar esto leemos el texto de Zacarías 8:23 “...En aquellos días acontecerá que diez hombres de todas las lenguas de las gentes, trabarán de la falda de un Judío, diciendo: iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.


Ejemplos bíblicos como el del rey Saúl amparándose en el salmista David para calmar sus tormentos; el Faraón Egipcio, buscando refugio en José. El rey Belsasar, buscando ayuda en Daniel porque veía en él algo diferente; las vecinas de Dorcas que se refugiaban en sus buenas obras que hacía a su favor, y así podríamos mencionar muchos otros ejemplos. Todos nos enseñan que para poder ser vistos por los demás como lugares de refugio, debemos permanecer y mostrarnos firmes y seguros en el Fuerte y Único Refugio del alma, Nuestro Dios. “Mas Jehová me ha sido por refugio; y mi Dios por roca de mi confianza.” Salmo 94:22

EL SEÑOR: REFUGIO DE GENERACIÓN EN GENERACIÓN.


Las experiencias del pasado, al amparo del Señor, las guardamos en nuestro corazón, no las olvidamos, al contrario, las recordamos en especial cuando atravesamos nuevas pruebas y nos hacen vivir más seguros y debemos transmitirlas a las generaciones venideras como dice el Salmo 78:6 y 7 “Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos; a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios, y guarden sus mandamientos.” y que se pueda contar con experiencia: Señor, tú nos has sido refugio en generación y en generación.” Salmo 90:1


AMPARARSE EN DIOS POR AMOR, NO POR INTERESES MEZQUINOS.


El pueblo de Israel conocía bien al Señor Jehová, y había experimentado a través de las distintas generaciones, las palabras de Deuteronomio 33:27 El eterno Dios es tu refugio y acá abajo los brazos eternos; Él echará de delante de ti al enemigo…” Palabras preciosas que deben ser nuestra experiencia cada día. Sin embargo, los israelitas se olvidaron del Señor rebelándose contra Sus mandamientos y cuando estaban en apuros, se acordaban de clamar por ayuda y querían buscar abrigo en el Altísimo. Dice el Salmo 78, los versos 35 a 37: Y acordábanse que Dios era su refugio. Y el Dios Alto su redentor. Más le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentían: pues sus corazones no eran rectos con él, Ni estuvieron firmes en su pacto.” ¡Cuidado! que a veces lo vemos en los demás, y nosotros podemos llegar a caer en el mismo pecado… ¡Qué no suceda esto! Lisonjear es: alabar de forma exagerada y generalmente interesada a una persona para conseguir un favor o para ganar su voluntad. Esta no puede ser nuestra alabanza a Dios. Él nos ampara por amor, y nosotros debemos alabarle y servirle de la misma manera. No buscarlo por interés. No recurrir sólo cuando nos veamos en peligro, desprotegidos, y entonces corramos a refugiarnos en Él. Debo habitar en comunión con Él y cuando lleguen los quebrantos, los pasaré bajo la sombra de Presencia. ¡Qué mejor manera de atravesar las pruebas! “Ten misericordia de mí, oh Dios, ten misericordia de mí; porque en ti ha confiado mi alma, y en la sombra de tus alas me ampararé, hasta que pasen los quebrantos.Salmo 57:1


EL SEÑOR: REFUGIO CONTRA NUESTRA VIEJA NATURALEZA.


Como vimos, son muchos los motivos que nos pueden llevar a refugiarnos en el Señor, pero uno de los que nos olvidamos muchas veces, es reconocer que debemos ampararnos y acogernos bajo la sombra del Omnipotente, para librarnos de nuestro peor enemigo, que es nuestra vieja naturaleza, nuestra carne, nuestro yo. “Líbrame de mis enemigos, oh Jehová: a tí mi acojo. Salmo 143:9

La lucha que tenemos es contra el mundo, contra Satanás y sus demonios, pero en especial contra nosotros mismos. Por eso el apóstol Pablo decía en Romanos 7:24 y 25 “¡Miserable hombre de mí! ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro...”


CONCLUSIÓN FINAL:


Quiera Dios que todos nosotros busquemos al Señor con sinceridad y verdad, y no por intereses personales, sino con todo nuestro corazón, y recibiremos la bendición y el galardón que viene de Nuestro Fuerte Refugio: Jehová de los ejércitos. “Jehová galardone tu obra, y tu remuneración sea llena por Jehová Dios de Israel, que has venido para cubrirte debajo de sus alas.” Ruth 2:12 .

La Redacción


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