Leyendo en el libro de Mateo en el capítulo 2 encontramos el Nacimiento más especial de la historia de la humanidad, es uno de los pasajes bíblicos en los cuales se relatan los hechos de la Navidad. Dios Padre, permitió que Su Único Hijo hecho niño, naciera en ese tiempo en el que gobernaba el malvado rey Herodes. Sin embargo, todo estaba controlado por Él, hasta el más mínimo detalle. Cuando los magos aparecen en Bethlehem y le preguntan al rey: “Diciendo: ¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido? porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. Y oyendo esto el rey Herodes, se turbó, y toda Jerusalem con él.” (versos 2 y 3), ¿Cuál fue la reacción del rey?: desasosiego, preocupación, malestar ante este inmenso acontecimiento, ante la posibilidad de verse desplazado por otro rey! No había entendido que el reinado del Mesías era del cielo y que Su reino no era de este mundo. El rey no era el único que no reaccionó con alegría ante este nacimiento. Dice el verso 3 que se turbó él y toda Jerusalem. Allí nadie lo estaba esperando…
Pensemos ahora nosotros… ¿Cómo nos encuentra la celebración de este extraordinario Nacimiento? ¿Cuáles son nuestras reacciones frente al recordatorio del Nacimiento del Señor Jesús? Quizá por los tiempos en los que estamos viviendo, nos halle también turbados, con desesperanza, dolores, tristezas por lo que nos ocurre o por la situación de crisis de la sociedad en la que vivimos. Quizás aún siendo hijos de Dios, la Navidad nos sorprende envueltos en muchas ocupaciones y preocupaciones de toda índole y no nos detenemos a meditar en su verdadero significado para gozarnos y adorar a Dios.
¡Que distinto sobrecogió este acontecimiento a los magos!, quienes estaban alertados por las Escrituras y confiando en ellas, esperando en sus promesas fieles y creyéndolas, vivieron sin duda ese momento de manera asombrosa.
Frente a ello, nos toca a nosotros responder favorablemente ante tan grande amor, que se manifestó para con cada uno de nosotros, viles pecadores, quienes no merecíamos nada y sin embargo Dios quiso darnos Su Don inefable. Inefable significa: que no puede ser dicho, explicado o descrito con palabras, generalmente por tener cualidades excelsas. ¿Qué más podemos pedir a Dios, si con Su Hijo nos ha dado todo? Estemos apercibidos, leyendo Las Escrituras, discerniendo el tiempo en que vivimos, para que no nos conturben los acontecimientos. Como los magos, ahora también en este tiempo de Su segunda venida, nos halle esperándole, aparejados para Su encuentro. (Amos 4: 12) “Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas.” “Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis.” Mateo 24:33 y 44
Siguiendo con el relato de Mateo 2, el verso 9 nos dice: “Y ellos, habiendo oído al rey, se fueron: y he aquí la estrella que habían visto en el oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando, se puso sobre donde estaba el niño.” Así el Señor busca verdaderos adoradores y cuando los encuentra les guía en el camino, para que lo puedan adorar como conviene, como dice en San Juan 4: 23 y 24: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” Si así lo hacemos, tendremos un profundo gozo, el que se halla sólo en Su presencia y comunión. (Salmo 16:11) “Y vista la estrella, se regocijaron con muy grande gozo.” (Mt. 2:10)
“Téngannos los hombres por ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios. Mas ahora se requiere en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel.” ( 1° Corintios 4:1 y 2) Que, así como en el tiempo de su primera venida El Señor halló fidelidad en estos hijos, halle también en nosotros corazones dignos de Su presencia, preparados, esperando su segunda venida y dispuestos para servirle, porque lo merece, viniéndonos a servirnos primero. Es necesario que hoy lo reconozcamos y le demos la gloria al Único que lo merece, Jesucristo nuestro Suficiente Salvador. Amén.
La Redacción
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