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  • Foto del escritorIglesia Cristiana Evangelica Tandil

El Profeta Jeremías

Pensamientos para la juventud




Jeremías fue un profeta, siervo fiel de Dios. Escribió dos libros: El libro de Jeremías y el libro de Las Lamentaciones.

Jeremías significa: “Dios pone orden” - “Dios es exaltado”. Dios es justo y es un Dios de orden y por tal motivo quería poner en orden el desorden moral y espiritual de Su pueblo, el pueblo de Israel. Es por ello que el libro de Jeremías es una profecía contra Israel y Judá, en la que se anuncia el castigo de Dios para con ellos mediante sufrimientos de cautividad y destrucción, si continuaban en pecado, lejos de Él. El mensaje de Jeremías tenía el objetivo de instar a sus hermanos, los judíos, a regresar al Dios verdadero y mediante la restauración espiritual, poner en orden su relación con Dios.

Una primera reflexión para nosotros: ¿Cómo está mi relación con Dios? ¿Mi vida está siguiendo el orden establecido por el Señor?...

Algunos datos sobre el origen y la familia de Jeremías:

Dice el verso 1 del capítulo 1 de Jeremías que él era hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anathoth. Jeremías pertenecía a una familia sacerdotal, pero a pesar de ese privilegio y responsabilidad, no podía ejercer el sacerdocio porque era descendiente de Abiathar, un sacerdote que fue fiel en el tiempo del rey David pero que luego en tiempos de Salomón cometió ciertos pecados que terminaron con su alejamiento del ministerio (1°Reyes 2:26-35).

Jeremías no tuvo buena relación con su familia quienes conociendo a Dios no siguieron en fidelidad a Él y por eso se oponían a que Jeremías sirviera al Señor y hablara la Palabra fiel porque les parecía cosa dura de oír, a tal punto que tuvo que huir de su ciudad natal, Anathoth, porque lo amenazaron de muerte. Lo leemos en Jeremías 11:21 “Por tanto así ha dicho Jehová de los varones de Anathoth, que buscan tu alma, diciendo: No profetices en nombre de Jehová, y no morirás a nuestras manos.” (Véase también Jerem.12:6)

Jeremías sufrió mucho el desprecio de sus seres queridos y compañeros de infancia y juventud porque él los amaba, pero los tuvo que dejar porque se habían desviado del camino del Señor y le querían obligar a negar Su Nombre. Jeremías 12:7 “He dejado mi casa, desamparé mi heredad, entregado he lo que amaba mi alma en manos de sus enemigos.”

El Señor Jesús también sufrió el desprecio de los suyos. Dice Juan 1:11 “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.”

A veces puede suceder que vivamos con familiares incrédulos y podemos llegar a sufrir burlas, o incomprensiones por seguir al Señor. Debemos orar por ellos y ser de testimonio para que también ellos un día nos acompañen en el Camino del Señor y se puedan salvar. No debemos dejar de honrar y respetar a nuestros padres, pero debemos poner al Señor en primer lugar y no amar más a la familia y a los amigos que al Señor, si queremos ser dignos de Él. (Mateo 10:36 y 37)

Contexto histórico:

Jeremías nació en el año 647 A.C. cuando reinaba en Judá el malvado rey Manasés y posteriormente, igual de perverso, su hijo Amón. (2°Reyes 21 y 2° Crónicas 33). Eran tiempos muy tristes para el pueblo de Dios, que por su desobediencia estaba cautivo (las 10 tribus del norte) y pronto también lo estaría el reino de Judá.

La idolatría había llegado a límites escandalosos y Jerusalén iba a ser destruida como terminó sucediendo en el año 586 A.C., como castigo de Dios.

Frente a este estado de tristeza, dolor y pecado por el alejamiento del Dios Verdadero, luego de la muerte de Amón, lo sucede en el trono su hijo Josías, quien fue un rey fiel al Señor, muy diferente a su padre y abuelo. Promovió el retorno al Señor de todo corazón.

Mientras Josías reinó, Jeremías fue muy feliz, pero el día que este rey murió dice la palabra que lloró en gran manera y se dice que su tristeza lo inspiró a escribir el libro de Lamentaciones. Lo leemos en 2° Crónicas 35:25

“Y endechó Jeremías por Josías, y todos los cantores y cantoras recitan sus lamentaciones sobre Josías hasta hoy; y las dieron por norma para endechar en Israel las cuales están escritas en las Lamentaciones.”

Hoy se vive en el mundo, un tiempo de enfermedad y muerte, de tristeza en las calles por personas que no tienen consuelo por la pérdida de seres queridos debido a esta pandemia que nos azota a todos. Mucha gente desesperada por falta de trabajo, por problemas de diversa índole. En medio de todo este panorama social, los creyentes debemos tener consuelo del Señor y ser de bendición a quienes nos rodean. No quejarnos ni lamentarnos sin sentido, sino vivir las palabras de Jeremías en Lamentaciones 3:31 a 33

“Porque el Señor no desechará para siempre: Antes si afligiere, también se compadecerá según la multitud de sus misericordias. Porque no aflige ni congoja de su corazón a los hijos de los hombres.”

El libro de Jeremías: profecía y autobiografía.

El libro de Jeremías, además de ser un libro profético, es también como una “autobiografía del autor”. Relata desde sus orígenes, problemas y conflictos familiares, sus luchas interiores y estados anímicos, sus sufrimientos por ser fiel al Señor, etc. Hasta se nos cuenta que él no se casó ni tuvo hijos porque Dios no se lo permitió. (Jeremías 16:1 a 6) Dios castigaría a todo el pueblo y por lo tanto moriría también su mujer y sus hijos si él formaba familia. Dios lo preservaba de mayor sufrimiento. A veces nos preguntamos por qué Dios nos permite esto o aquello en nuestra vida personal, pero todo está bajo Su control y si no lo entendemos ahora lo haremos después como dice Su Palabra. No nos rebelemos frente a Su soberana voluntad que siempre es santa, agradable y perfecta. (Romanos 12:2) Sólo acatémosla y seremos bienaventurados. Así lo hizo Jeremías.

Carácter y personalidad de Jeremías - El llamamiento al servicio de Dios.:

Jeremías tenía un carácter muy tierno, era suave, más bien tímido y melancólico y se conmovía fácilmente ante el sufrimiento de los demás. Esto lo podemos comprobar leyendo sus escritos.

¿Hubiéramos elegido a una persona de tales características para anunciar un mensaje de tanta dureza y de profecías llenas de castigos para un pueblo rebelde que vivía lejos de Dios? Seguramente que el perfil para cumplir dicha tarea hubiera sido otro según nuestro parecer. Pero no olvidemos que los pensamientos de Dios son muy distintos a los nuestros y es por ello que Él no mira lo que el hombre mira, sino que mira el corazón.

El llamamiento:

“Antes que te formase en el vientre te conocí y antes que saliese de la matriz te santifiqué, te di por profeta a las gentes.” (Jeremías 1:5)

Se cree que cuando Dios llamó a Jeremías para su servicio, él tenía aproximadamente 20 años de edad, sin embargo, el versículo 5 nos habla que lo había elegido desde que Jeremías estaba en el vientre de su madre. Estas expresiones se pueden relacionar con las palabras del salmista David en el Salmo 139:15 y 16 “No fue encubierto de ti mi cuerpo. Bien que en oculto fui formado, y compaginado en lo más bajo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”

Palabra terminante que afirma la existencia de la vida desde la concepción y nos posiciona como creyentes fieles en contra de la proclamada “Ley del Aborto”.

Así como a Jeremías, el Señor nos crió, nos conoció desde antes de nacer y como dice Efesios 1:4 y 5 “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor.” “Habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos por Jesucristo a sí mismo, según el puro afecto de su voluntad.”

¿Hemos todos nosotros, elegido a Cristo como nuestro Señor y Salvador? ¿Estamos entre los que el Señor predestinó sabiendo que le íbamos a aceptar en nuestros corazones? Y si así es para gloria de Dios, entonces, ahora la pregunta es: ¿estamos respondiendo al llamado a santidad que nos hizo Dios a nosotros como se lo hizo a Jeremías? ¿Qué le responderemos?

La respuesta de Jeremías la leemos en el verso 6 del capítulo 1: “Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah! ¡Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.” Tenía 20 años y se consideraba “niño” ante la gran responsabilidad que Dios le proponía de ser Su profeta. Creía que no estaba lo suficientemente preparado para ello. Muchas veces como Jeremías podemos poner excusas al llamado del Señor, cuando nos llama a santificarnos más, a ser más consagrados a Su obra. Más oración, más lectura, más fidelidad en la asistencia a las reuniones de la iglesia, etc. Pero cuando pensamos en el ejemplo del Señor Jesús, al planificar la salvación de la humanidad, en el seno de la Santísima Trinidad, no podemos más que caer postrados a Sus pies y entregarnos de inmediato cuando allá en Isaías 6:8 leemos “Después oí la voz del Señor, que decía, ¿A quién enviaré y quién nos irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.”

Puede ser que alguno sea también tímido o de poco ánimo como lo era Jeremías, y crea que todavía no es momento de servir al Señor, sin embargo, recordemos que Dios no nos elige por “lo que somos” sino por “lo que no somos”. No nos elige por nuestras capacidades humanas sino como dice 1°Corintios 1:27 y 28, antes lo vil y lo menospreciado escogió Dios, lo necio y lo flaco para avergonzar a sabios y poderosos. Cuando nos sentimos débiles, somos poderosos en el Señor.

Jeremías recibió la respuesta de Jehová que leemos en los versos 7 a 9 del capítulo 1, dándole palabras de aliento que lo afirmarían para el resto de su arduo ministerio: “Y díjome Jehová: No digas soy niño; porque a todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré.” “No temas delante de ellos, porque contigo soy para librarte, dice Jehová.” “Y extendió Jehová su mano, y tocó mi boca…”

Todo el capítulo 1 es precioso porque alienta el corazón de Jeremías a quien Dios llama anticipándole que tendría sufrimientos porque como dice el verso 18, los sacerdotes, príncipes, reyes y el pueblo todo, le serían contrarios, pero en el verso 19 está la promesa divina que Jeremías nunca olvidó: “Y pelearán contra ti, más no te vencerán; porque yo soy contigo, dice Jehová, para librarte.”

Algunos de los sufrimientos y pruebas del profeta:

El ministerio de Jeremías fue de sufrimiento continuo, pero también estuvo la Mano de Jehová en todo momento.

La Mazmorra:

Por ejemplo, leemos en Jeremías 38:6 que en una oportunidad tuvo que sufrir el encierro con cadenas en una mazmorra. Era un lugar oscuro, frío, alejado, donde ponían a los prisioneros. Era un lugar inmundo lleno de lodo, de cieno, y así estuvo hundiéndose y muriéndose de hambre. “...en la mazmorra no había agua, sino cieno; y hundióse Jeremías en el cieno.” (v.6) ¡Terrible prueba la del profeta! Pero ahí estuvo la mano del Señor, mandando a un etiope para que se compadeciese de él e intercediera con el rey para librarlo. (Jer.38:7)

El cieno, lago cenagoso, nos habla del pecado, suciedad, inmundicia. Jeremías se estaba hundiendo en el cieno. Él estaba siendo probado una vez más por Dios, era bienaventurado porque sufría por hacer el bien, pero a veces nosotros podemos empezar a hundirnos en el cieno de la inmundicia de este mundo cuando nos empezamos a alejar del Señor y cuando queremos darnos cuenta nos cuesta salir de esa triste situación, y nunca saldremos si no es con la poderosa mano del Señor. El salmista decía en el Salmo 40:1-3 “Resignadamente esperé a Jehová, e inclinóse a mí, y oyó mi clamor. E hízome sacar de un lago de miseria, del lodo cenagoso; Y puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca canción nueva, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos y temerán.”

El Señor, a pesar de lo que somos, no deja de extender sus manos para sacarnos de ese estado. No lo dejemos con las manos extendidas como dice Isaías 65:2 “Extendí mis manos todo el día a pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos…”

Falso juicio y plan para matar a Jeremías:

En otra ocasión, fue juzgado por los príncipes de Israel injustamente. Dios le pidió a Jeremías que se pusiese a la puerta del templo y les predicara y exhortara a gritos para que se arrepintiesen de sus malos caminos y no quisieron obedecer lo que oyeron. Por tal motivo decidieron matarlo. (Jeremías 26:2 a 5). La respuesta valiente de Jeremías nos habla de la confianza que él tenía en la promesa que Dios le había hecho en el principio de su llamamiento: “En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos: haced de mí como mejor y más recto os pareciere.” (26:14) Él decía:Más Jehová está conmigo como poderoso gigante…” (Jeremías 20:11)

Volverse atrás:

Jeremías era un hombre pecador como todos nosotros y en una oportunidad en su debilidad tuvo deseos de volverse atrás y abandonar su ministerio por tanto sufrimiento y porque no veía resultados de cambio en sus hermanos los judíos. Pero cuando quiso hacerlo, le pasó lo que dice el verso 9 de Jeremías 20: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre: empero fue en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude.”

Puede haber pasado alguna vez por nuestra mente y corazón, una sensación de fracaso, de desaliento porque no podemos vencer al mundo y al pecado, o porque tenemos muchas luchas y sufrimientos en nuestro hogar para seguir al Señor y entonces pensamos en dejar el verdadero camino. A lo cual el Señor nos dice lo mismo que les dijo a los apóstoles: (Juan 6:67) “Dijo entonces Jesús a los doce:¿Queréis vosotros iros también?” Ojalá que todos y cada uno de nosotros podamos decirle como Pedro: “...Señor ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna.”

El Dios de Jeremías:

Jeremías llegó a decir: “Oh Jehová, fortaleza mía, y fuerza mía, y refugio mío en el tiempo de aflicción…” (cap.16:19) ¡Qué autoridad tenía el profeta para pronunciar estas palabras tan preciosas! El experimentó esto en su propia vida y fue bienaventurado. Pero, ¡cuidado! no confundamos pruebas con castigos. Muchas veces nosotros sufrimos por nuestro propio pecado y no queremos reconocerlo.

Otras de las expresiones de Jeremías que nos hablan de la confianza en Dios está en el capítulo 32:17 “¡Oh Señor Jehová! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti…” y el verso 19 tan precioso que dice: Grande en consejo, y magnífico en hechos: porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras.”

¡Así era el Dios de Jeremías! y no dejaba de testificar a todos en alta voz, a pesar de que aparentemente su vida parecía poco exitosa y triste, a la vista de los hombres. ¿Podremos tener nosotros esta seguridad sobre lo que es Dios para nuestras vidas?

Conclusiones finales:

Jeremías y Lamentaciones son dos libros que constituyen una clara manifestación de ese sentimiento de simpatía que Jeremías sentía por los demás que estaban sufriendo y especial por el pueblo de Dios. ¿Qué sentimos por las almas que nos rodean y que sufren las consecuencias del pecado? ¿Tenemos compasión y misericordia, oramos por ellos?

Jeremías no juzgaba a sus hermanos, sino que sufría y oraba por ellos y se compenetraba con sus pecados y oraba de esta manera: “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos: renueva nuestros días como al principio.” Lamentaciones 5:21

Que así sea en nosotros, que la Palabra nos haya tocado el corazón y sintamos el deseo de volvernos del todo al Señor y dejar que sea Él quien cumpla el significado del nombre Jeremías en nuestra vida: “Dios pone orden” y ser así dignos de Su llamado para ser hijos santos y fieles.

Oremos: “Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.” Salmo 119:133

El ministerio de Jeremías duró 42 años hasta su muerte en cautiverio. Nunca dejó de transmitir y vivir la Voluntad de Dios. Imitemos su ejemplo. Amén.

La Redacción.

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