SIGNIFICADO DEL NOMBRE ABDÍAS:
El significado del nombre Abdías es: “Siervo del Señor y Adorador de Jehová”. No hay información en la Biblia sobre la vida particular de este profeta. Podría decirse que pasa desapercibida su persona, pero no así su ministerio, su mensaje que, aunque breve, es muy profundo y precioso de parte de Dios.
Si nos detuviéramos aquí, ya podríamos encontrar una enseñanza práctica para todo aquel que desea servir a Dios: no dejar que aparezca nuestro “yo” y por el contrario mostrar a Cristo en nuestra vida y en especial en el servicio a Él. Como decía un humilde siervo de Dios que tenía bien clara esta experiencia: “A él conviene crecer, más a mí menguar”. S. Juan 3:30 Que nuestro Señor encuentre en nosotros verdaderos adoradores que lo hagamos en Espíritu y en verdad. (Juan 4: 23 y 24)
INTRODUCCIÓN AL CONTENIDO DEL LIBRO:
Abdías es el libro más breve del Antiguo Testamento y es uno de los considerados “Profetas menores” debido a su breve extensión literaria, sólo 21 versículos. El profeta pertenecía al reino de Judá y hace mención a la captura de Jerusalem por parte de tropas enemigas, la cual estuvo apoyada por los idumeos, pueblo al que es dirigida esta profecía. Según los estudiosos de las escrituras y los historiadores, hay diversas opiniones respecto a la época en la que fue escrito este libro, ya que, si nos guiamos por la invasión a Jerusalem, en la Biblia se mencionan varias y no hay precisión a cuál de todas hace mención Abdías en su profecía. Según leemos en un estudio sobre los libros del Antiguo Testamento que escribiera nuestro Misionero Juan Pedro Marino, ya con el Señor, se nos dice que podríamos contextualizar este libro en el tiempo del reinado de Sedecías (597-586 A.C.). por cuanto durante su reinado, sucedió la peor de todas las invasiones y terminó con el ciclo de reyes de Judá, como leemos en 2da. Crónicas 36:11 a 21 y en el Salmo 137:7 vemos la referencia a los idumeos que se alegran y que incentivan a los babilonios cuando éstos arrasan a Jerusaléem, de allí que Dios los castiga gravemente. “Acuérdate, oh Jehová, de los hijos de Edom en el día de Jerusalem; quienes decían: Arrasadla, arrasadla hasta los cimientos.”
Se cree entonces, en base a lo mencionado anteriormente en el pasaje de Crónicas, que los profetas Abdías y Jeremías eran contemporáneos ya que este último termina su ministerio en tiempos de Sedecías y muere en la cautividad. Se encuentran palabras similares en ambos libros, tal vez no se conocieron o tal vez sí, pero lo que importa es que el Espíritu Santo los guió a escribir similares palabras y eso habla de un mensaje sumamente importante por parte de Dios para ese tiempo y para nosotros hoy. Prestemos atención a ello.
Esta profecía está dirigida a los idumeos, a los habitantes de Edom que estaba ubicado al sudeste de Judá. Es un pregón de juicio de parte de Dios, para con este pueblo. Era una decisión firme y definitiva. Dios es misericordioso en gran manera y lento para la ira, (Núm.14:18) sin embargo pareciera no ser así con este pueblo. Para tratar de acercarnos a la comprensión de este mensaje divino, tenemos que analizar el origen de este pueblo.
¿QUIÉN ERA EDOM? ¿QUIÉNES ERAN LOS IDUMEOS?
Edom significa “rojo” y era el otro nombre de Esaú (sig. ”velloso”) el hermano de Jacob. Los idumeos eran los descendientes de Esaú.
En Génesis 25: 21 a 23 leemos: “...y concibió Rebeca su mujer. Y los hijos se combatían dentro de ella; y dijo: Si es así ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová. Y respondióle Jehová: Dos gentes hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas: y el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor.” Los mellizos eran nietos de Abraham, hijos de Isaac y Rebeca. Nacieron peleando desde la matriz. Salió Jacob, el menor, trabando del calcañar de su hermano mayor, Esaú, mostrando Dios de este modo, que se cumpliría en todo momento Su promesa de que Jacob, que después fue llamado Israel, de donde salió el pueblo judío, el pueblo de Dios, estaría por señor sobre el pueblo Idumeo descendientes de su hermano mayor Esaú.
Génesis 25:27 nos describe cómo era cada uno de estos hermanos y sus actividades y oficios que fueron adquiriendo al ir creciendo en edad. Eso hizo que sus padres tuvieran preferencias diferentes hacia sus hijos. “Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; más Rebeca amaba a Jacob.” Esto no es bíblico, Romanos 2:11 dice “Porque no hay acepción de personas para con Dios.” Y en Romanos 5:8 nos recuerda cómo es el Señor para con los hombres: “Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Así como nuestro Padre Celestial, nos amó con amor eterno (Jeremías 31:3) dando a Su Único Hijo por nosotros para salvarnos, siendo indignos pecadores y nos soportó y soporta con misericordia y no nos deprecia ni hace preferencias entre nosotros, así deberían haber hecho Isaac y Rebeca con sus hijos. Esto es una enseñanza para nosotros los que tenemos hijos, sobrinos, nietos, y para quienes tenemos a cargo niños o jóvenes en la obra del Señor. Esta actitud es perjudicial para la educación de niños y jóvenes y aunque en edad adulta, cada alma es responsable de sus actos, podemos llegar a ser de mala influencia para sus futuras decisiones en la vida. Así vemos que también se llevaban mal entre los hermanos porque había celos y envidias producto de esta relación familiar.
EL ORÍGEN DE UNA TRAGEDIA: ESCOGER LO QUE NO CONVIENE
Uno de los desencadenantes de la división entre hermanos, con consecuencias trágicas fue el relatado en Génesis 25:29 a 34 cuando Esaú vende “su primogenitura” por un plato de lentejas, un potaje color rojo, de allí el nombre Edom. Como vemos en el relato de Génesis 25, la bendición que Dios tenía preparada para Esaú por ser el hermano mayor, el primogénito, éste la despreció y prefirió alimentar sus apetitos carnales y terrenos. “Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v.32) “...Así menospreció Esaú la primogenitura”. (v.34) Luego en el capítulo 26 de Génesis se produce el engaño de Jacob a Isaac haciéndose pasar por Esaú y recibe la bendición que termina perdiendo Esaú definitivamente y de allí el odio hasta la muerte que sintió hacia su hermano Jacob y que se mantuvo por generaciones. Gén.27:41 “Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a Jacob mi hermano.”
En Hebreos 12:16 se menciona este hecho: “Que ninguno sea fornicario, o profano, como Esaú, que por una vianda vendió su primogenitura.” Durísimas palabras de Dios para con Esaú, que las deja registradas para nuestra advertencia. Esaú fue fornicario, amando mujeres paganas, entre ellas, la hija de Ismael, el hijo de Agar, la sierva egipcia. Esaú fue profano, es decir que no fue consagrado a Jehová y al mezclarse con mujeres impías, su generación dejó de formar parte del pueblo de Dios. ¡Qué gran enseñanza para la juventud! Desobediencia a los padres que, a pesar de sus errores, lo habían educado en la Palabra de Dios, (Gén.28:6-9) y falta de temor a Dios. Dice Proverbios 20:7 que “El justo que camina en su integridad, bienaventurados serán sus hijos después de él.” Tremenda responsabilidad la de los jóvenes y la de los padres cristianos en relación a la crianza de nuestros hijos para con Dios. Cuando Esaú quiso recuperar la bendición espiritual, ya no tuvo oportunidad. “Porque ya sabes que aun después, deseando heredar la bendición, fue reprobado (que no halló lugar de arrepentimiento), aunque la procuró con lágrimas.” (Hebreos 12:17) ¡Cuidado! con Dios no se juega.
Así fue que los Idumeos fueron siempre enemigos de sus “hermanos” los judíos y mantuvieron en sus corazones esa raíz de amargura y odio hasta su desaparición como pueblo de la faz de la tierra. Dios pregonó por medio de su siervo Abdías que los moradores de Edom serían destruidos para siempre, y cuando Dios dice algo, lo cumple.
LOS MOTIVOS POR LOS QUE DIOS CASTIGÓ A EDOM:
En el libro anterior a Abdías, en Amós 1:11 leemos los motivos de la determinación de Dios para con Edom: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no desviaré su castigo; porque persiguió a cuchillo a su hermano, y rompió sus conmiseraciones; y con su furor le ha robado siempre, y ha perpetuamente guardado el enojo.” y en Malaquías 1: 2 y 3 nos dice la Palabra “... ¿No era Esaú hermano de Jacob, dice Jehová, y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí…?” La palabra de Dios no se contradice, Dios no hace acepción de personas, simplemente Dios es justo y aunque es paciente y amoroso, hay una cosa que no perdona, y esa es el rechazo terminante a la obra redentora de Cristo y regeneradora del Espíritu Santo. (Mateo 12:31) El diablo ha sido homicida desde el principio y quiso impedir la obra de salvación de la humanidad, intentando mediante Esaú matar a Jacob de quien nacería el Salvador y luego mediante los idumeos persiguiendo a cuchillo a los judíos, sus hermanos.
Los idumeos habían abierto su corazón a Satanás, haciendo lo que a él le agrada siempre, mostrando en todo momento las obras de la carne mencionadas en Gálatas 5:19 a 21: adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, banqueteos y cosas semejantes a estas. Los idumeos rechazaron completamente la obra de Dios y Sus mandamientos siguiendo las actitudes de su padre Esaú y del Diablo. ¡Prestemos atención a esta lista de pecaminosas obras de la carne! no debería existir ninguna en nuestros corazones, si somos hijos de Dios y en tal caso, dejemos que Él nos examine y limpie de manera urgente.
El motivo por el cual Dios castiga a los idumeos lo relata Abdías en sus versos 10 a 14. El verso 10 dice “Por la injuria de tu hermano Jacob te cubrirá vergüenza, y serás talado para siempre”. Cuando Jerusalem fue invadida por los Caldeos, por los Babilonios, en la época de Abdías, los idumeos disfrutaron del espectáculo y aún tomaron parte de el mismo, colaborando con los Caldeos. Dice el verso 12 que ellos miraban a su hermano Judá cuándo éste sufría la invasión enemiga y se alegraban y aún ensanchaban sus bocas en el día de la angustia. Como leímos en Amós, ellos “rompieron sus conmiseraciones” para con sus hermanos los judíos.
Por un lado, podemos pensar que los judíos se merecían el sufrimiento que estaban pasando porque en base al relato de 2a. Crónicas 36, vemos que ellos se obstinaron en desobedecer a Dios, no quisieron oírle, hicieron grandes abominaciones y se burlaron de los profetas de Jehová. Sin embargo, el mismo Dios en ese pasaje, en el verso 15 dice que, a pesar de ello, “...tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación.” Así es nuestro Dios que a pesar de lo que somos nunca rompe Sus conmiseraciones para con nosotros por son eternas y nos soporta, hablándonos y corrigiéndonos. ¿Quiénes somos nosotros para no ser así con las almas y aún con los hermanos apartados? ¡Cuidado! que no nos encuentre el Señor en esta actitud de sentir alegría en lo profundo de nuestro ser cuando vemos fracasar a nuestros hermanos alejados o que nos han hecho algún mal según nuestro parecer. “Sed pues misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados: no condenéis, y no seréis condenados: perdonad, y seréis perdonados.” (Lucas 6:36 y37)
EL GRAVE PECADO DE LA SOBERBIA: SUS TERRIBLES CONSECUENCIAS
El odio de Esaú a Jacob se vio reflejado hasta el final. Nunca se arrepintió Edom de su pecado. Siempre estuvo dispuesto a ir en contra del pueblo de Dios. Actitud diabólica que leemos en 2a. Tesalonicenses 2:4 “Oponiéndose, y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asiente en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer Dios.”
En los versos 3 y 4 de Abdías encontramos el origen de este pecado, el mismo que se anidó en el corazón de Satanás, motivo por el cual, al querer hacerse parecer Dios o ser más que Él, el Señor lo tuvo que arrojar de Su presencia. “La soberbia de tu corazón te ha engañado, tú que moras en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada; que dices en tu corazón: ¿Quién me derribará a tierra?” (v.3) “Si te encaramares como águila, y si entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová.” (v.4) ¡La soberbia de tu corazón te ha engañado!!! ¡Tremenda es la soberbia que tuvo Esaú sobre Jacob y que se manifestó en sus descendientes sobre el pueblo de Dios! Ese sentimiento de superioridad y desprecio por sentirse mejor que el otro, es el que a veces podemos sufrir en nuestra vida cuando tenemos que compartir con gente así, pero cuidado que no se manifieste la soberbia en nuestra vida y mucho menos en la obra del Señor. “Digo pues por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” Romanos 12:3 Lo decía el apóstol Pablo, quien tenía soberbia en su corazón y Dios lo tuvo que humillar y derribar de su “pedestal” para poder servir al Señor y llegar a considerarse el más pequeño de todos los santos (Ef.3-8) y el primero de los pecadores (1a.Tim.1:15) ¡Qué ejemplo precioso el del apóstol! que nos recuerda lo que expresa Santiago 4:6 “Mas él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Si en nosotros hay soberbia, la solución está en el verso 7 de Santiago 4, “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá.” Si no hacemos esto, Dios nos tendrá que quebrantar por medio de experiencias duras y si alguien se obstina en permanecer así, tendrá que analizar si realmente aceptó a Cristo en su corazón, porque para poder aceptarlo, un día nos tuvimos que humillar ante Él reconociéndonos nada delante de Su Presencia. Como decíamos al comienzo de este estudio, a Dios le conviene crecer y a nosotros menguar.
Los idumeos estaban confiados de su poder, de su lugar estratégico en el que vivían, como dice el verso 3 de Abdías, entre las hendiduras de las peñas, en altísimas montañas desde donde podían atacar, pero nadie podía acceder a ellos. Así nosotros, a veces podemos pensar que la salud, el trabajo, la familia, la vivienda, nuestra condición social, nos pertenecen, las logramos nosotros, y nos podemos aferrar a lo material y terminamos dándole tanto valor a ello que despreciamos la “primogenitura” (espiritualmente hablando) las riquezas espirituales en Cristo. Tal vez pensamos que no es así, pero muchas veces nuestras actitudes demuestran lo contrario.
El verso 6 de Abdías es una expresión de lamento: “¡Cómo fueron escudriñadas las cosas de Esaú! Sus cosas escondidas fueron buscadas. El enemigo dejó al descubierto todo lo que Edom ocultaba en sus escondites secretos en su morada. Así Dios también quiere hacer con nosotros, debemos dejar que Él escudriñe nuestros corazones, para que salgan a la luz todos los escondrijos de vergüenza y así dejar que el Señor los quite de nosotros. (2a.Cor.4:2)
EL CUMPLIMIENTO DE LA PROFECÍA DE ABDÍAS:
La profecía sobre la destrucción total de Edom, diciendo que sería talado para siempre, se cumplió. El pueblo fue arrasado y atacado cuatro años más tarde de que Jerusalem fuera destruida, y fue el mismo rey de Babilonia, Nabucodonosor, a quien ellos habían alentado para que destruyese a los judíos, quien los destruyó a ellos. Pocos idumeos sobrevivieron y terminaron siendo absorbidos por el pueblo judío hasta que muchos años después, cuando en el año 63 A.C., la Palestina cae en poder del Imperio Romano y luego designan como Rey gobernador de Judea, a Herodes, cuyo origen fue idumeo. Este rey fue el que mandó a matar a los niños varones hasta dos años, intentando matar al niño Jesús. Una vez más el Diablo tratando de impedir que se cumpliera la obra redentora de Cristo. Una vez más desde Esaú hasta Herodes, siempre los idumeos en la misma postura de dureza y rechazo al Nombre del Señor y a la obra del Espíritu Santo. Finalmente, en el año 70 de la era cristiana, cuando Jerusalem vuelve a ser destruida, los pocos idumeos que habían quedado terminan por desaparecer totalmente. “Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo.” (Heb.10:31).
Son muchas las enseñanzas que podemos extraer de este breve libro. Muchas las exhortaciones, pero en especial, se nos invita a la humillación, a sentir lo mismo que sintió Cristo, a dejar la soberbia y a imitarle a Él. ¿Lo haremos así? que así sea.
“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien en humildad, estimándoos inferiores los unos a los otros: No mirando cada uno a lo suyo propio, sino cada cual también a lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios: sin embargo, se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y hallado en la condición como hombre, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le ensalzó a lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla...Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, a la gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2: 3 a 11)
La Redacción
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