“Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23
Este es un versículo muy conocido y muy poético en sus expresiones. Muchas veces lo hemos leído y no hemos profundizado en el sentido del texto y su real enseñanza. Corremos el riesgo de quedarnos con “lindas palabras” o entenderlo de forma “romántica”, es decir, poniendo énfasis en los sentimientos y en el hombre, como hace el “humanismo” y es la visión predominante de este Siglo XXI. Se le da demasiada importancia al hombre, poniéndolo en el centro de las decisiones, sin consultar al Creador. Ya lo dice el Proverbio (28:26) “El que confía en su corazón es necio; mas el que camina en sabiduría, será salvo.” Y más duramente aún expresa Jeremías 17: 5 diciendo que es “…Maldito el varón que confía en el hombre…”
¡Cuidado! En nuestro texto base, Dios está diciéndonos otra cosa diferente a la que nos gusta entender. Si leemos el contexto, los versos 20 a 27, veremos que el versículo 23 forma parte de las advertencias que Dios nos da sobre qué cosas guardar. Inicia con el corazón, porque sobre toda cosa que debemos guardar, será vital ocuparnos de él. Luego menciona la boca y los labios(v.24); los ojos y los párpados (v.25); los pies y los caminos (v. 26 y 27). Podríamos resumir y adelantar la enseñanza diciendo que “guardando el corazón, guardamos toda nuestra vida”.
Pero… ¿Por qué dice que “de él mana la vida” si, según leemos en otros pasajes, mana todo lo contrario? Miremos Mateo 15:18 y 19 y Marcos 7:18 a 23. Este último pasaje amplía la lista. Sentencia que “…de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las injurias, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.” ¡Entonces no podemos decir que de nuestro corazón mane la vida en el sentido en que lo entendemos y el Diablo quiere hacernos creer!
Concluimos que ESTAMOS ENFERMOS Y PRECISAMOS UNA CURA URGENTE.
Pero por la Gracia de Dios, en el mismo pasaje de Proverbios también leemos la solución. Dicen los versos 21 y 22 que la Palabra de Dios puede entrar a nuestro corazón, ese corazón enfermo, y darnos la vida. Antes, muerte…ahora, “medicina a toda mi carne”.
Quien reconoce la verdad de estas palabras y que este es el certero diagnóstico que da Dios (porque sólo Él conoce el corazón de los hombres)… Quien acepta que ese es el estado de su propio corazón, debe clamar con el salmista: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí.” (Salmo 51:10) Precisamos un cambio de corazón, una nueva vida.
“Y esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos, y guardéis mis derechos, y los pongáis por obra.” Ezequiel 36:25 a 27.
Si Cristo no está en mi corazón, si no obró este cambio en mi vida, nunca podré aplicar el texto de Proverbios 4:23 en mí. No manará la vida, sino la muerte, el pecado y la inmundicia. Sólo un cambio de corazón, un corazón nuevo, puede darnos “la nueva criatura”.
Habiendo aclarado que no se refiere al corazón humano en su estado natural, sino luego de haber pasado por el cambio y el nuevo nacimiento, podemos comprender la advertencia divina: Sobre todo lo que debo guardar, sobre todo aquello a lo que le doy importancia, debo guardar ese “nuevo corazón”, “mi nueva criatura”. ¿Me ocupo de ella? ¿O estoy muy atareado en las cosas de aquí abajo?
“Porque los que viven conforme á la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al espíritu, de las cosas del espíritu.” (Romanos 8:5)
¿De qué me ocupo yo? ¿Hago crecer esta nueva criatura? No debo hacer como los religiosos del tiempo de Jesús que guardaban los ritos externos. “Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.” (Gálatas 6:15)
Dios nos llama a tener experiencias profundas. No quedarnos con lo poético o lo bello. Sino profundizar en Su Palabra.
¿Qué voy a guardar? ¿Me ocuparé hoy de la nueva vida que Cristo me dio? Para ello debo leer, orar, congregarme…hacer que mi corazón nuevo se fortalezca en la fe, para así poder luego mostrar ese cambio en labios, ojos y pies.
Que así sea. La Redacción
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