Lectura bíblica: San Juan 11: 1 a 6
-Una familia que amaba, servía y confiaba en el Señor:
Como leemos en los versos 1 y 2, se nos presenta a Lázaro que estaba enfermo. ¿Quién era Lázaro? era un fiel creyente y seguidor del Señor Jesús. Junto a sus hermanas eran amigos del Señor y lo servían y amaban. En el pasaje de Lucas 10:38 se nos menciona cuando Jesús fue a la casa de ellos y Marta le servía y María escuchaba la palabra a los pies del Señor escogiendo la buena parte. Luego en Juan 12:1 a 3 vemos cuando Jesús luego de resucitar a Lázaro, vuelve a pasar por la casa de estos tres hermanos y ellos lo invitan a cenar y otra vez Marta sirviendo la cena y María sirviendo al Señor, no ya en lo material sino en cuestiones meramente espirituales como era el ungir los pies de Jesús con sus cabellos, muestra de humillación, adoración y gratitud. Los tres amaban a Jesús y Él los amaba a ellos. “Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana, y a Lázaro.” (v.5) Tenían un privilegio muy grande de hospedar y servir al Señor en su ministerio. Haciendo una primera reflexión aquí, podemos pensar tal vez qué hermoso hubiera sido estar en ese tiempo sirviendo directamente al Señor en la tierra, pero hoy también tenemos esa misma oportunidad y muchas veces no la aprovechamos.
¿Cómo demostramos el amor y el servicio al Señor? Dice 1a. Juan 4:19 “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” Servirle y demostrarle amor y gratitud sólo pueden hacerlo quienes hemos sido beneficiados y alcanzados por la Obra Redentora y Salvadora de amor de Dios y de la Santísima Trinidad. La muestra más grande del amor de Dios está en el corazón de la Biblia, en San Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Desde el día que aceptamos a Cristo como Salvador, comenzamos a comprender poco a poco, algo de lo grande y maravilloso que es Su amor, y por eso el Espíritu nos impulsa a bendecir a Dios como dice el Salmo 103:1 a 5 “Bendice, alma mía a Jehová; y bendigan todas mis entrañas su santo nombre.” “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias; el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila.” Esto lo habían entendido y experimentado estos tres hermanos y su deseo era demostrarle a Jesús su gratitud y amor.
Importante entonces es que pensemos: ¿Hemos tenido la experiencia de salvación con el Señor? Quienes no la han tenido aún, ¡¡hoy es el día de salvación!! ¡¡¡no podemos dejar pasar más tiempo!!! pero también todos aquellos que hemos experimentado todos estos beneficios de parte del Señor desde que lo recibimos como Salvador, ¿estamos mostrando que Le amamos de verdad, sirviéndole espiritualmente y de todas nuestras fuerzas y con todo nuestro corazón? o tenemos que esperar que el Señor nos tenga que preguntar como a Pedro, tres veces “¿Me amas?” hasta que con tristeza tengamos que darnos cuenta que no estamos amándole como Él lo merece y requiere de nosotros.
-Las pruebas en la vida cristiana y la Soberana Voluntad de Dios:
Volviendo al pasaje de Juan 11, podemos ver también, que, siendo Lázaro y sus hermanas, una familia fiel y temerosa de Dios y aun siendo “amigos” del Señor, no por ello, dejaron de pasar por esta dura prueba de salud. Esto nos recuerda que, así como le sucedió a Job que era recto y justo delante de Dios, puede pasarnos a nosotros también hoy. No por ser hijo de Dios, no vamos a tener problemas o tribulaciones, sino que las pasaremos de un modo diferente, con la paz de Dios que sobrepuja todo entendimiento y sacando provecho de las mismas para que sean para gloria de Dios. Así lo dijo Jesús en el verso 4: “Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, mas por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.”
Los planes y propósitos de Dios para nuestra vida son siempre para nuestro bien espiritual y el de las almas, para que conozcan a Cristo o para que se entreguen para salvación. Dice Isaías 55: 8 y 9 “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová” “...así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.” Estos preciosos versículos de Isaías nos ayudan a entender la actitud del Señor Jesús en el verso 6 de Juan 11, cuando Él decide quedarse dos días más en el lugar donde estaba y no ir enseguida a sanar a Lázaro cuando sus hermanas lo mandaron llamar por medio de amigos o familiares, como está relatado en el verso 3. ¿Qué haríamos nosotros frente a una tribulación semejante? nos desesperamos, llamamos, mandamos mensajes, a familiares, a médicos, nos impacientamos, queremos que no se pierda ni un sólo minuto para evitar que se llegue a la muerte. Sin embargo, Jesús quiso esperar dos días...No respondió enseguida a la oración intercesora que habían hecho los allegados de María y Marta y que habían sido enviados por ellas al Señor, pero la escuchó. Dios es Soberano, tiene Sus tiempos y sabe lo que hace. Porque la voluntad de Dios es siempre “buena, agradable y perfecta” (Rom.12: 2) pero para que la experimentemos y podamos comprender tiene que haber una entrega sacrificial al Señor de todo nuestro ser (Rom.12:1), una renovación de nuestra mente, de nuestro entendimiento, porque con nuestra mente finita y humana no comprenderemos la voluntad de Dios para nuestras vidas. Los incrédulos no entienden la voluntad de Dios y cuestionan todo lo que Él hace y actúan como los judíos que luego de la muerte de Lázaro, dijeron: “Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?”. (Juan 11: 37)
Marta, María y otros discípulos que confiaban en Jesús, no dejaron de clamar frente a la dificultad, porque entendían que Jesús era Dios y querían experimentar el Salmo 46:1 “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” y el verso 2 dice “Por tanto no temeremos aunque la tierra sea removida…” aunque parecía que Dios no estaba actuando con prontitud yendo en su auxilio como ellas lo esperaban. A veces nos pasa eso...pero debemos sentir que lo mejor es dejar todo en las manos del Señor, echar nuestra carga en Él y dejar que Él obre y eso también nos hará sentir ese amparo y esa fortaleza, aunque se “nos mueva la tierra” por las circunstancias adversas que nos toquen pasar.
-Despiértate tú que duermes:
En el verso 11, se nos dice que, en un determinado momento, “...Jesús dijo: Lázaro nuestro amigo duerme; mas voy a despertarle del sueño...” y como vemos en el versículo 12, los discípulos pensaban que hablaba del reposar del sueño, pero Jesús les tiene que aclarar que hablaba de la muerte física. A veces también a nosotros nos cuesta comprender la palabra del Señor porque no estamos acostumbrados a oír Su voz, no estamos en Su plena comunión, y entonces el Señor se toma el trabajo paciente de volver a explicarnos las cosas que no entendemos, y aún, así, a veces por la dureza de nuestro corazón, seguimos sin entender. (v.16)
Volviendo al verso 11, y pensando en la expresión amorosa del Señor, “nuestro amigo duerme, mas voy a despertarle del sueño”, aunque hablaba de la muerte, sin embargo, cuántas veces la Palabra de Dios habla de que estamos dormidos espiritualmente y que debemos despertar de ese estado de letargo. Respecto a esto, Efesios 5:14 dice: “Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.” Sabemos que el Señor cuando resucitó a Lázaro, en el verso 43 de Juan 11 “...clamó a gran voz: Lázaro, ven fuera.” ¡Qué voz potente la del Señor!! “Voz de Jehová con potencia; voz de Jehová con gloria” (Salmo 29:4) Esa voz poderosa y gloriosa de Jesús, es la que también hoy el Señor quiere que sea la que me despierte para que deje todo el peso del pecado y me dé cuenta que ya es hora de levantarme del sueño en el que estoy viviendo como creyente. Dice otro versículo al respecto en Romanos 13:11 “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora nos está más cerca nuestra salud que cuando creímos.” Y si esto sentía el apóstol Pablo hace 2000 años atrás, cuánto más ahora en que el Señor está a las puertas de venir a buscar a Su Iglesia. Sigue diciendo el verso 12 de Romanos 13 “La noche ha pasado, y ha llegado el día: echemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz.” Y en los versos 13 y 14 se nos exhorta a andar como de día, no haciendo caso a la carne y sus deseos sino vistiéndonos del Señor Jesucristo. ¿Cómo estamos andando?
En 1°Corintios 11:30 nos dice la Escritura: “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros; y muchos duermen.” Ese es el panorama mundial en este momento en lo referido a la salud física a causa de la pandemia de COVID-19 pero este texto se refiere al estado de salud espiritual de los creyentes de ese tiempo y ahora mucho más cuando la caridad se resfría entre los cristianos, en tiempos de la venida del Señor. ¿En qué situación nos encontramos? Debemos examinarnos, debemos dejar que el Señor haga Su divino diagnóstico al vernos, examinarnos a nosotros mismos frente a Él y Su Palabra.
Volviendo a nuestro pasaje base de San Juan 11, vemos cómo le pidieron al Señor por Lázaro, cuando le dijeron: “...Señor, he aquí, el que amas está enfermo.” Esa también es la manera en la que debemos acercarnos al Señor, con toda humildad, reconociendo que Él nos ama y que nosotros somos los que estamos necesitando de Su sanidad espiritual. El que amas está enfermo. La sanidad física, si Él quiere, puede darla maravillosamente, si es para gloria de Dios, pero de nada serviría que me sane físicamente si después sigo mi vida como si estuviera muerto espiritualmente.
-Marta y María: dos experiencias diferentes frente a la misma prueba.
Finalizando esta meditación, haremos foco en dos actitudes frente a la respuesta del Señor, que tuvieron Marta y María. Las dos le dijeron casi lo mismo y pensaban de la misma manera, pero tuvieron diferentes modos de presentarse frente al Señor.
En el verso 20 leemos que Marta salió a encontrarle al Señor cuando oyó que Él venía, más María se quedó en su casa. Una más impulsiva que la otra, ambas tristes, pero Marta en el verso 21, en pie le dice “...Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no fuera muerto.” Pareciera como una especie de cuestionamiento que le hacía al Señor, pero por otro lado le demostraba que confiaba en Su poder, porque sabía que Él podía sanarlo y resucitarlo en el día postrero. La conversación entre Jesús y Marta que podemos leer desde el verso 22 al 27 contiene pura doctrina de la salvación, de la divinidad de Jesús, de la resurrección, de la fe y la esperanza en la vida futura. Todo lo sabía Marta muy bien, y por eso el Señor le pregunta en el verso 26: ¿Crees esto que sabes tan bien? Hoy también frente a las pruebas, el Señor nos pregunta a cada uno: ¿crees de verdad todo lo que aprendiste, y aún enseñaste a otros? ¡Marta dijo de inmediato que sí!!! “...Sí Señor, yo he creído…” (v.27) y seguramente también nosotros diremos lo mismo, pero a la hora de la prueba a veces nos olvidamos de poner en práctica aquellos que sabemos tal vez casi de memoria. Quizás sabemos la doctrina y conocemos las promesas, pero no las hemos bajado aún a nuestro corazón. Esto es lo que pasaba con Marta, que amaba al Señor pero que vemos en el verso 39 que cuando Jesús mandó a quitar la piedra del sepulcro donde estaba puesto el cuerpo de Lázaro, ella le dice: “...Señor, hiede ya, que es de cuatro días.” entonces el Señor le responde lo mismo que a veces nos tiene que decir a nosotros cuando actuamos sin fe (v.40) “Jesús le dice: ¿No te he dicho que, si creyeres, verás la gloria de Dios?”, algo parecido a lo que Pedro tuvo que escuchar cuando se hundía en el mar por mirar las olas que le rodeaban: “...Oh hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. (Mateo 14:31)
El ejemplo de María fue parecido en parte, pero tuvo otras características para considerar. María no había ido al encuentro de Jesús como fue Marta, sino que se quedó en su casa hasta que fue llamada en secreto y escuchó esta preciosa expresión: “...El Maestro está aquí y te llama” (v.28) Frente a ese llamado, no dudó en acudir a Él ni un instante: “Ella, como lo oyó, levántase prestamente y viene a él.” Cuando el Señor nos llama particularmente a cada uno de nosotros, para salvación o luego para santificación, debemos tomar la actitud de María, oírle, levantarnos de nuestro estado de desidia y desánimo y acudir de inmediato a Él y ponernos a Sus pies con humillación y adoración como lo hizo ella, derramando el corazón ante Su presencia, contándole las angustias y llorando junto a Él: “...Mas María, como vino donde estaba Jesús, viéndole, derribóse a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no fuera muerto mi hermano. (v.32) De inmediato llega la respuesta del Señor haciéndose uno al dolor de María: “Jesús entonces, como la vio llorando, y a los Judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se conmovió en espíritu, y turbóse.” y en el verso 35 dice “Y lloró Jesús”. Dice 2a. Corintios 7:6 que Dios consuela a los humildes, por eso la consoló a María.
Así quiere Dios que suceda con nosotros, que recordemos que Él llevó nuestros dolores, nuestras enfermedades, nuestras tristezas en la cruz y que por eso mismo se hace uno con nuestro dolor. “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días del siglo.” Isaías 63:9
¡Cuántas experiencias vitales con el Señor vivieron estos tres hermanos!! Conocieron al Señor Jesús como Su Salvador, experimentaron el adelanto de la resurrección y el poder sobrenatural de Dios, aprendieron que hay propósitos santos para cada prueba y circunstancia de la vida y que todo lo maneja y permite el Señor. Experimentaron el consuelo divino, la compañía en medio del dolor del mismo Señor, el pronto auxilio en las tribulaciones. Y entendieron que debían tener fe y confianza en el único que puede salvar eternamente y que si quiere en Su divina y soberana voluntad, nos contestará lo que le pedimos siempre que sea para gloria de Dios. ¿No queremos disfrutar también nosotros estas experiencias vitales con Dios? Ojalá que así sea. Amén.
La Redacción
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