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Meditaciones sobre el libro de Habacuc




Introducción:

El libro de Habacuc es uno de los considerados “profetas menores”, no porque fuera menos importante que otros libros de la Biblia, sino por ser breve en su extensión literaria.

Este profeta fue contemporáneo a los profetas Jeremías, Sofonías y Nahúm. Profetizó en tiempos en que reinaban Joacim y Joachin (2da. Reyes 24:4-9), reyes de Judá que sucedieron a Josías, el último rey bueno que tuvo Judá.

Fue tal el pecado que hicieron estos reyes, y en consecuencia también el pueblo de Dios, que Habacuc quedó asombrado preguntándole a Dios: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás, y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ...” (v.2) Él se preguntaba por qué Dios estaba permitiendo el mal y el pecado en su pueblo, pensando que “Dios no estaba haciendo nada al respecto.”

Este libro comienza con varios signos de interrogación y gracias al Señor finaliza con varios signos de admiración. Comienza con un profeta angustiado, preocupado, cargado por el pecado que le rodeaba, y finaliza con un “salmo” de alabanza que glorifica al Señor y ensalza Su Nombre y lleva a mostrar la experiencia de fe y victoria en su vida. Esto es lo que meditaremos en esta oportunidad y en definitiva es en grandes rasgos lo que el Señor quiere para nuestras vidas.

Habacuc: significa “abrazar”, “el que abraza”, el que rodea con los brazos para contener, para consolar, para dar afecto y protección. Este significado es el que Habacuc experimentó cuando abrió su corazón a Dios y le contó toda la verdad en lo íntimo, como dice el salmo 51:6 “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo: y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría”. Esto que le ocurrió al profeta, también es necesario que nos pase a cada uno de nosotros.

Capítulo I

Cuando leemos los versos 2 y 3 del capítulo 1, nos puede parecer un tanto atrevida la actitud de Habacuc al preguntarle a Dios “¿Hasta cuándo? … ¿Por qué me haces ver iniquidad? ...” como si fuera una queja contra el Señor. Tal vez nosotros nos cuidamos y no decimos esto abiertamente al Señor en oración, pero podemos estar viviendo con quejas o con insatisfacción. Nos mostramos impacientes o preocupados por las circunstancias que nos tocan vivir. No olvidemos que el Señor es soberano y tiene el control de nuestra vida y de todas las cosas en este mundo. Dice el salmo 115-2 “Porque dirán las gentes: ¿Dónde está ahora su Dios? Y nuestro Dios está en los cielos: Todo lo que quiso ha hecho.” A veces los incrédulos suelen decir: - ¿Dónde está Dios?, ¿Por qué permite la violencia, la muerte, etc.? En este caso, el profeta se pregunta por qué Dios permite que Su pueblo peque tanto y esté actuando sin temor reverente. A veces nos puede pasar también por nuestra mente, el preguntarnos por qué es que Dios sigue permitiendo tal o cual cosa o cualquier tipo de injusticia que nos pueda afectar en cualquier ámbito, tanto eclesial como secular. Frente a estas preguntas, el Señor le responde al profeta en el verso 5 “Mirad en las gentes, y ved, y maravillaos pasmosamente; porque obra será hecha en vuestros días que aún cuando se os contare, no la creeréis.” El Señor le está queriendo decir a Habacuc que no se olvide que Él está velando por todo lo que está sucediendo y que nada se le pasa por alto en Su Presencia y que Él tenía un plan y estaba obrando y seguiría haciéndolo de tal manera que quedaría maravillado, pasmado, perplejo, a tal punto que el profeta llegaría a expresar que no podía creer al enterarse de todo ello. ¡Así obra el Señor! No nos preocupemos por lo que nos suceda o por el futuro. Dejémoslo en manos del Señor y Él nos dará paz y descanso en el alma frente a todo lo que nos conturbe. “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?”(v.3) “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te conturbas en mí? Espera a Dios, porque aún le tengo de alabar por las saludes de su presencia.” (v.5) Salmo 42: 3y5

Desde el verso 6 al 11 de Habacuc 1, el Señor le cuenta al profeta Su plan para castigar a Su pueblo Israel. ¡Con Dios no se juega! Dice Hebreos 12:28 y 29 “…sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor.” ¡No debemos olvidar que es el mismo Dios del tiempo de Habacuc! No podemos vivir sin temor de Dios sin sufrir las consecuencias de nuestro pecado.

Dios le cuenta al profeta el plan que tenía, que utilizaría a los Caldeos (Babilónicos), pueblos paganos, para castigar a los judíos. Por tal motivo, Habacuc vuelve a cuestionarse el obrar de Dios y le dice en el verso 13 del capítulo 1: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio: ¿por qué ves los menospreciadores y callas cuando destruye el impío al más justo que él? ...” Esto lo confunde al profeta como a veces nos puede parecer a nosotros extraño el obrar del Señor, pero no olvidemos que Él dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová”. (Isaías 55:8). Debemos experimentar las palabras de Romanos 12:2, para poder comprender en parte al menos la Santa Voluntad de Dios cuando nos da la clave para ello: “Y no os conforméis a este siglo; más reformaos por la renovación de vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”

Capítulo II

Ante esta nueva inquietud del profeta referido al modo de obrar de Dios y a las dudas sobre lo que le ocurriría al pueblo judío, comienza el capítulo 2 de Habacuc, con una preciosa actitud del profeta que debemos aprender a imitar: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y atalayaré para ver qué hablará en mí y que tengo de responder a mi pregunta”.

La quietud, la comunión con Dios, el apoyo y la confianza sobre Jehová que es la Roca de fortaleza. ¡Claro está que esto sólo se puede lograr si Dios es nuestra Roca! Lo era para el profeta porque lo dice en el verso 12 del capítulo 1 “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío Santo mío? No moriremos, oh Jehová, … y tú Roca…” Cuando nos sobrevengan las dudas, las cargas, las preocupaciones, nos deben encontrar “afirmando nuestros pies sobre la fortaleza, confiados en la Roca de nuestra confianza.” “Cuando yo decía mi pie resbala, tu misericordia oh Jehová me sustentaba. (v.18) En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma. (v.19) Mas Jehová me ha sido por refugio y mi Dios por roca de confianza.” (v.20) Salmo 94:18-20

¡Hay que acallar el alma, hay que aprender a oír más la Voz del Espíritu Santo! “Calla a Jehová y espera en él…” Salmo 37:7. El Señor responderá en Su tiempo como lo hizo con Habacuc. “Y Jehová me respondió…” (Hab.2:2)

Los caldeos no quedarían sin castigo por ser quienes atacaron al pueblo de Dios, porque en el capítulo 2 de Habacuc, se pueden leer los “ayes de dolor” por los distintos pecados que Dios no dejaría pasar por alto. Esto también nos recuerda lo que dijimos unas líneas antes, que el Señor es justo y limpio de ojos por Su gran santidad y por lo tanto no podremos vivir pecaminosamente sin recibir nuestro castigo, aunque Él tenga misericordia de nosotros y no nos pague como mereciéramos. (ver 1ª. Pedro 4:17y18)

El verso 3 de Habacuc 2, nos lo podemos apropiar como palabra de esperanza plena y confianza en las promesas de Dios. “Aunque la visión tardará aún por tiempo, más al fin hablará, y no mentirá: aunque se tardare espéralo, que sin duda vendrá no tardará.” Estas palabras se las dijo Dios a Habacuc en cuanto a la promesa sobre lo que ocurriría a los caldeos y sobre todo lo que le prometió en el capítulo 1, pero también hoy se puede referir a todas Sus promesas y en especial a la de la Venida del Señor Jesús a buscar a Su Iglesia. Si en algún momento el enemigo de nuestras almas quisiera sembrar en nuestros corazones la duda sobre la Venida de Cristo, este texto nos alienta a no dejar de confiar en esa gran promesa divina. Leemos en Hebreos 10:36 y 37 “Porque la paciencia os es necesaria; para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.” (v.36) “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará.” (v.37) Y el verso 38 de este mismo pasaje nos dice lo mismo que Habacuc 2:4 “Ahora el justo vivirá por fe; más si se retirare, no agradará a mi alma.” “Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición sino fieles para ganancia del alma” (v.39) Esto mismo está también relatado en Romanos1:17 y en Gálatas 3:11. Nos habla de salvación por la fe. Palabras que muchos años después el Reformador Martín Lutero entendió y Dios usó para salir del error y ser de tanta bendición a muchos hasta nuestros días.

No nos detendremos en analizar cada uno de los versículos que tratan las distintas sentencias de parte de Dios por los pecados de los paganos en este capítulo 2 de Habacuc, pero sí antes de pasar al último capítulo quisiéramos destacar el verso final del mismo que dice “Mas Jehová está en su santo templo: calle delante de él toda la tierra” (v.20) Termina el capítulo como empieza, haciendo mención a la necesidad de acallar el alma y esperar delante de Dios. Necesidad de hacer silencio ante Su Presencia y confiar plenamente en Él. ¡Dios está obrando! Temblemos ante Él, ante Su Majestad. Aquí y en nuestra cámara secreta y siempre, porque somos templo del Espíritu Santo.

Capítulo III

El capítulo 3 es propiamente un salmo de gozo y alabanza al Señor. En tres oportunidades dice la expresión “Selah” que nos invita a hacer una pausa en la canción para meditar en su significado, en su mensaje. Seguimos en la misma línea de pensamiento: “silencio”…Selah! “En Dios solamente está acallada mi alma…” (Salmo 62:1)

El verso 1 de este tercer capítulo comienza diciendo “Oración de Habacuc profeta, sobre Sigionoth”, que significa “canción apasionada, con ritmos que cambian y varían con rapidez.” Hace referencia a la movilización de emociones. Hace mención a una canción llena de fervor por la obra de Dios.! En este punto, sostenemos que los cristianos debemos alabar con reverencia y sin ritmos mundanos, pero no por eso debemos hacerlo sin fervor y entusiasmo. Así nos dice el Salmo 95: 1 a 3 “Venid celebremos alegremente a Jehová: Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salud.”(v1) “Lleguémonos ante su acatamiento con alabanza; Aclamémosle con cánticos.”(v.2) “Porque Jehová es Dios grande; y Rey grande sobre todos los dioses.”(v.3)

El profeta Habacuc dice en el verso 2 “Oh, Jehová, oído he tu palabra y temí…” ¡Qué precioso callar para oír la voz de Dios para que se produzca el temor reverente al Señor en nuestra vida!

En este último capítulo el profeta hace como un resumen de las maravillas que Dios hizo en medio de Su pueblo desde los tiempos antiguos (versos 5 a 15) para reafirmar el poderío y la grandeza de Dios. Esto es también lo que hacemos a veces cuando nos toca hacer una pausa en ciertas épocas del año, recordamos como el salmista, todos los beneficios recibidos del Señor. (Salmo 103)

Antes de este resumen, el profeta dice dos cosas que son muy importantes para considerar. En el verso 2 : “…Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer:…” Nosotros somos obra de Sus manos y debemos pedirle a Él que la obra de salvación y redención la hagamos conocer por medio de Su Espíritu en nuestras vidas. ¡Qué seamos un testimonio vivo de la obra de Cristo en nosotros! ¡Que nos despierte del sopor espiritual en que a veces nos encontramos!

La otra cuestión importante para resaltar en este pasaje se encuentra en el verso 4 cuando leemos: “Y el resplandor fue como la luz; Rayos brillantes salían de su mano, y allí estaba escondida su fortaleza.” Este texto que describe la magnificencia de Nuestro Padre Celestial, nos hace pensar que Nuestro Dios es un Dios de Luz y de Poder y que nos muestra Sus manos llenas de luz “Rayos brillantes”. Las manos hablan de “obras”. El Señor obra en nosotros si le damos lugar al Espíritu Santo y nos ponemos en Sus manos. Nos habla de luz, de sabiduría, de discernimiento en el obrar, en las decisiones. En Sus manos, dejándonos abrazar por el Señor, descansando en Él, en esa intimidad con Dios, está escondida Su fortaleza. ¡Qué precioso poder experimentar esto en nuestras vidas! El verso 16 de este capítulo nos dice “…estaré quieto en el día de la angustia…” Así en Sus brazos, mientras suben las tropas enemigas, mientras el mundo, nuestra carne, Satanás, quiera vencernos, obtendremos la victoria.

Termina este hermoso libro de Habacuc con los versos 17 a 19 tan conocidos y cantados en nuestras congregaciones: “Aunque la higuera no florecerá, Ni en las vides habrá frutos; Mentirá la obra de la oliva, y los labrados no darán mantenimiento. Y las ovejas serán quitadas de la majada, Y no habrá vacas en los corrales. Con todo yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salud. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual pondrá mis pies como de ciervas, Y me hará andar sobre mis alturas.” Aunque haya luchas, dificultades y tentaciones, y en lo económico, o en la salud, en lo material, no fueran las cosas bien según nuestro parecer, con todo, debemos alegrarnos en Jehová porque él es nuestra salud y salvación. ¡Es lo más importante! Nada se compara con la obra de Cristo en la Cruz.


Conclusión

Vayamos con sinceridad al Señor, abrámosle el corazón, callemos ante Su Presencia, aceptemos Su Soberana Voluntad, vivamos por fe, descansemos en Sus brazos de poder, velemos cada día, sabiendo que Él se encargará de todos los detalles de nuestra vida. Recordemos que Él está impuesto en todos nuestros caminos. Frente a todo esto que hoy hemos meditado, no podemos hacer más que caer de rodillas con temor reverente ante Su Persona y alabarle con fervor y entusiasmo (Sigionoth) porque Jehová el Señor es nuestra fortaleza y nos hará andar sobre las alturas, cerca Suyo, por encima de todas las dificultades de la vida y el pecado. ¡Que así sea! Amén.

La Redacción.

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