Cuando preguntamos a las personas en general qué es lo que más les gusta de la Navidad, muchos contestan que lo más lindo es estar juntos con los seres queridos intercambiando regalos. Los creyentes verdaderos sabemos que lejos está del profundo significado de la Navidad el intercambio de regalos entre nosotros, pero sí podemos afirmar que igualmente es una época de regalos, pero de otra naturaleza. Se trata de regalos espirituales, divinos y celestiales que todos podemos llegar a disfrutar si los aceptamos de corazón.
Un regalo es un don, es una cosa que una persona da u ofrece a otra como muestra de afecto o de consideración. Dice la Biblia en Efesios 2:8 que “…por gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” Es decir que la salvación del alma es un regalo de Dios, ¡es por gracia! Es gratuita porque el precio de rescate de nuestras almas lo pagó el Señor Jesucristo en la cruz del calvario. Pero este don no todos lo aceptan y por eso, no todos son salvos. Imaginémonos la escena del 24 de Diciembre a la noche repartiendo los regalos entre los miembros de la familia y que uno de los que reciban el regalo decida no aceptarlo. En ese caso el regalo por más que estaba destinado para esa persona, si ella lo rechaza, volverá a las manos de quien lo regaló y pronto decidirá regalarlo a otro que lo acepte y sea digno de recibirlo. ¡Cuánta decepción y cuánta tristeza para la persona que con tanto amor pensó en alguien para hacerle un regalo, pagó un precio para comprarlo, se tomó el tiempo para hacer la elección pensando en su destinatario y como resultado, se encuentra con un decidido desprecio! Salvando las grandes distancias, también Dios se siente dolido y despreciado cuando los hombres y mujeres rechazan el don divino preparado desde antes de la fundación del mundo para nuestra salvación eterna: el Señor Jesucristo. Así leemos en San Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Así fue que en Belén nació Jesús, ese niño santo fue el regalo para toda la humanidad para que cuando fuera adulto muriera en la cruz por cada uno de nosotros, librándonos del infierno y regalándonos la vida eterna. Quienes hemos aceptado ese regalo que es el comienzo de una serie de regalos, dones y bendiciones a lo largo de nuestra vida, no podemos más que expresar como lo hizo el apóstol Pablo: “Gracias a Dios por su don inefable” (2º Corintios 9:15). Un regalo que es tan excelente y maravilloso que no podemos explicar o describir con palabras humanas, esto es lo que significa “inefable”.
Volviendo al ejemplo de los regalos que recibimos en la época de Navidad, lo menos que podemos hacer cuando alguien nos realiza un obsequio es decirle “¡gracias!” y muchas veces sucede que nos gustaría agradecerle con hechos, con algún otro regalo o con alguna ayuda de cualquier índole.Esto también nos debe hacer pensar a quienes ya hemos recibido este don divino en nuestros corazones y ya somos hijos de Dios, ¿qué estamos haciendo como muestra de nuestra gratitud al Señor Jesús, al Espíritu Santo y al Padre Celestial que nos llenan de regalos, de bendiciones espirituales y también materiales? Todo lo recibimos de Dios como dice Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces,en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”
Durante el año que culmina, el Señor también nos dio de Su sostén material, de nuestro pan cotidiano como dice Eclesiastés 3:13 “Y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.” Cuando hacemos el balance de fin de año, no podemos dejar de exclamar como el salmista: “Bendice, alma mía, á Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias. El que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias.” (Salmo 103:2-4)
El Señor, no sólo nos corona de favores y misericordias aquí en esta tierra, sino también cuando estemos en los cielos con Él estaremos ante el Tribunal de Cristo y allí nos dará galardones, es decir regalos, ¡más regalos todavía! ¡Coronas!, la de la vida (Sg. 1:12), la incorruptible de gloria (1ªP. 5:4), la de justicia (2ªTi. 4:8), entre otras. Quiere llenar nuestras sienes de coronas pero eso dependerá del lugar que le hayamos dado en esta vida cristiana al “don del Espíritu Santo” que nos dio Dios al haber aceptado al Señor Jesús en nuestros corazones. “…Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38) El Espíritu Santo nos llena de regalos espirituales, de dones, para que nosotros también los compartamos con los que nos rodean, con los hermanos de la iglesia,y seamos de bendición a los demás. “Cada uno según el don que ha recibido, adminístrelo á los otros, como buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios.” (1ªP. 4:10) El apóstol Pablo deseaba ver a los creyentes para repartirle regalos, dones, pero no materiales como los que deseamos repartir y recibir en la noche del 24 de diciembre, sino “dones espirituales” como dice en el comienzo de su epístola a los Romanos: “Porque os deseo ver, para repartir con vosotros algún don espiritual, para confirmaros”. (Rom. 1:11)
El Señor Jesucristo que nos amó con Su amor eterno dando Su vida por Su Amada Iglesia (los creyentes renacidos), durante este año una vez más nos sustentó y nos colmó de Sus regalos (Ef. 5:29) y desea en este tiempo tan especial de reflexión, que nos acerquemos ante Él en oración para entregar nuestras vidas, para que las limpie y nos quebrante. Entreguemos nuestras durezas, rebeldías y pecados que no hemos querido dejar durante este año y entonces sí ofrezcamos nuestros dones, nuestras primicias con corazón limpio ante el monte de Su santidad donde Él está esperándonos para gozarse con nosotros y manifestarnos Su amor. “Empero en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice el Señor Jehová, allí me servirá toda la casa de Israel,toda ella en la tierra: allí los querré, y allí demandaré vuestras ofrendas, y las primicias de vuestros dones,con todas vuestras cosas consagradas.” Ezequiel 20:40
La Redacción
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