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Pensamientos de paz y no de mal

Actualizado: 22 jul 2022

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Jeremías 29:11



¿Era necesario que el Señor aclarara esto? Con seguridad podemos decir que sí, ya que nada tiene un despropósito en Dios y toda la Escritura es inspirada divinamente y útil (2 Tim. 3:16) El Señor tiene que hacer esta aclaración porque, lamentablemente, en muchas ocasiones juzgamos mal el accionar de Dios para con nosotros. Actuamos como el vaso de alfarero de Romanos 9:20 “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que le labró: ¿Por qué me has hecho tal?”

Ante las pruebas y circunstancias de la vida, podemos llegar a cuestionar lo que nos está pasando. Tal vez creemos que no merecemos tal o cual cosa. Pero si se asoman estas ideas en nuestras mentes, debiéramos enseguida dejarlas a un lado y confesarlas, pidiéndole perdón a nuestro amado Señor. Él sabe lo que hace y por eso lo hace, porque quiere nuestro bien, nuestra paz.


“Y sabemos que á los que á Dios aman, todas las cosas les ayudan á bien, es á saber, á los que conforme al propósito son llamados.“ Romanos 8:28. Un texto muy enunciado por muchos de nosotros, pero que debemos considerarlo en su totalidad: todas las cosas que Él permita serán para bien, si le amamos, es decir, si le amamos por sobre todas las cosas, aun sobre nuestras propias vidas e intereses.


En nosotros no hay sabiduría y no podemos ver más allá del momento presente. Pero el Señor conoce el futuro y sabe el desenlace de los acontecimientos. Sabe qué es lo mejor para que se cumpla ese propósito para el cual fuimos llamados. “Hay camino que al hombre parece derecho; empero su fin son caminos de muerte.” (Proverbios 14:12) Cuesta reconocer nuestra incapacidad. Como dice el texto de Eclesiastés 11:5 y 6: no sabemos, humanamente qué es lo mejor. Ignoramos la obra de Dios, por eso debemos preguntársela a Él en Oración, con humildad y deseos de conocer Su voluntad, así como también, de obedecerla. “Como tú no sabes cuál es el camino del viento, ó cómo se crían los huesos en el vientre de la mujer preñada, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas. …porque tú no sabes cuál es lo mejor, si esto ó lo otro, ó si ambas á dos cosas son buenas.”


¡Muchas veces pedimos saber la voluntad de Dios sólo para saber si coincide con la nuestra! O consultamos a Dios pero, cuando nos responde, no estamos dispuestos a seguir sus designios, debido a que no estamos de acuerdo con la respuesta.

Se cuenta de una madre que oraba y lloraba por la recuperación de su bebé, el cual estaba a punto de morir. Al encontrarse con un pastor, éste le dijo que estaba orando mal, que, contrariamente, debía pedir que se hiciera la Santa Voluntad de Dios y debía ser humilde y dócil para aceptarla. La mujer se rebeló ante esta exhortación y dijo que ella seguiría pidiendo por la sanidad de su bebé, porque ella lo quería vivo. Finalmente el niño mejoró, salió del hospital y siguió su vida. Tristemente se hizo un criminal, asesinó a un hombre y fue sentenciado a muerte en los Estados Unidos. A los veintiún años fue ejecutado.


Vemos este terrible ejemplo, pero que nos ilustra nuestra manera caprichosa de querer “encaminar” nuestra vida, según nuestra corta vista.

Hoy el Señor te dice a ti, querido joven, que “…tú no sabes cuál es lo mejor, si esto ó lo otro…” Por eso, consúltale mansamente, dispuesto a escuchar Su Voz y a acatarla. Dile como Jesús: “…Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42) “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son á ti posibles; traspasa de mí este vaso; empero no lo que yo quiero, sino lo que tú.” (Marcos 14:36)

La Redacción

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