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Testimonio de Bárbara Sardá de Silva


“Mas Jehová me ha sido por refugio; Y mi Dios por roca de mi confianza.” Salmo 94:22

Desde el 20 de enero de 2018, Dios me permitió pasar por momentos de enfermedad que se traducían en momentos de incertidumbre. El día que comenzaron los síntomas, indicaban una variedad de posibles diagnósticos, y suponía que a los pocos días tendría definido qué era y qué hacer para sanarme. Se definió que era cáncer en los glóbulos blancos, pero lejos de obtener certidumbre en lo que iba a continuar, llegaron otras situaciones:

Primero un diagnostico en el cual se determinó que era un tipo de cáncer llamado Linfoma Hodgkin. Algo común en mujeres jóvenes que con un tratamiento relativamente suave se podía remitir.

Semanas después, para sorpresa del médico el diagnostico de laboratorio cambia: era un Linfoma No Hodgkin. Algo más fuerte que requería un tratamiento más intenso.

Y pasados unos días se determina finalmente que el Linfoma No Hodgkin era de un tipo llamado de células grandes B, muy poco común, sin estadísticas en Argentina y, por lo tanto, sin un tratamiento definido. En ese momento la incertidumbre creció.

El médico me dio dos opciones de tratamiento: uno muy agresivo que implicaba instalarme en Buenos Aires aislada de todo contacto por varios meses, u otro un poco más suave de carácter ambulatorio que podía hacérmelo en Mar del Plata. En ese momento el médico trasladó la decisión a mí y a mi esposo que siempre me acompañó. El mismo médico nos aclaró bien que no podía asegurar la efectividad de ningún tratamiento, por el desconocimiento de casos en Argentina, pero también porque no existe un criterio definido, aún a nivel mundial.

Al ver todo esto, ¿podía confiar en el médico? Definitivamente NO; él mismo me decía <No confíes en mí. No confíes en que el tratamiento que te doy es el correcto. Todos los cuerpos son distintos. Algunos pueden responder a alguna medicación y otros no.> Pero entonces ¿quedaba yo librada al azar?... Claro que no. Como dice el Salmo 94:22 que encabeza este escrito, mi Padre Dios me ofrece ser Roca en la cual puedo confiar plenamente, siéndome de apoyo y refugio en todo momento.

¡Gracias a Dios por el Espíritu Santo! que habita en los que somos Sus hijos, y nos da la guía para tomar decisiones en todo momento de incertidumbre, sabiendo que podemos confiar en Él, porque es la Única Roca de Fortaleza y Refugio. Como bien dijo el médico...todos los cuerpos responden distinto a la medicación, así también cada corazón es distinto y depende de mí si dispongo o no mi corazón para que Dios obre en mi vida, sea mi Fortaleza y mi Confianza.

Así fueron todos los meses siguientes. Situaciones que se presentaban y que requerían decidir y actuar, y la manera en que pudimos tener confianza en los médicos fue sabiendo que Dios podía guiar, a ellos y a nosotros si nos apoyábamos en Él, pidiéndole Su ayuda y sabiendo que todos los hermanos de nuestra familia espiritual intercedían por nosotros. Ese es el poder del Espíritu Santo que derramando el Amor de Dios en los corazones de Sus hijos los utilizaba a mi favor. Así como mi familia lo hizo, los hermanos de Mar del Plata, Iglesia en la cual me congrego, me dieron mucha ayuda material, ocupándose de mi casa, de las compras, de limpiar, cocinar, cuidar a mi hijo de 3 años, trasladarme en auto y demás. Pero también enorme cantidad de hermanos intercedían desde lejos en oración, muchos compartiéndome textos de la Palabra de Dios. Así desde lejos o desde cerca cada uno de ellos, eran movidos por el Amor del Señor para serme de sostén de alguna manera.

Doy gracias a Dios por las maravillas que me mostró en todo ese tiempo de enfermedad, no sólo porque en esta situación Su Voluntad fue sanarme completamente en un tiempo sorprendente para los médicos, sino por ver cómo Él estaba en cada detalle dándonos la salida. A veces utilizando a hermanos de la Iglesia y otras veces utilizando aún a personas del mundo que no conocían a Dios, a quienes mediante esta prueba pudimos darles a conocer nuestra Fe en Cristo como Salvador. ¡Cuántos propósitos del Señor que muchas veces son relegados por nuestros deseos de no sufrir!

Sería muy extenso compartir todas las experiencias y textos por los cuales el Señor me corrigió y enseñó cosas durante todo este tiempo, pero hay un recuerdo que me quedó marcado:

El 6 de febrero de 2018, día en el cual me enteré que la enfermedad que tenía era cáncer, me tocaba compartir la reunión de oración en la Iglesia. Lo primero que reinó en mi corazón ese día fue mucha tristeza y miedo de cómo seguiría todo. Con esos sentimientos dentro mío tenía que compartir una reunión dando la Palabra a mis hermanos… era un imposible. Yo no quería, mi alma y mi carne no querían. Pero otra vez digo: ¡Gracias a Dios por el Espíritu Santo! Que me recordó en medio de esa batalla interna la Palabra de Dios… “EN Dios solamente está callada mi alma: De él viene mi salud. El solamente es mi fuerte, y mi salud; Es mi refugio, no resbalaré mucho.” Salmo 62: 1y2

¿Cómo iba a comenzar a vivir esa prueba de salud? ¿Resbalando? ¿Comenzaría con una derrota? ¿Dejando que los sentimientos de mi alma impidan servir al Señor? Si así comenzaba a enfrentar la prueba no podía esperar tener frutos espirituales. Su Palabra me hizo entender ello y pude compartir la reunión con la paz que Él dio a mi alma.

“Porque sé que esto se me tornará á salud, por vuestra oración, y por la suministración del Espíritu de Jesucristo;

Conforme á mi mira y esperanza, que en nada seré confundido; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, ó por vida, ó por muerte.” Filipenses 1: 19 y 20

Por medio de la oración a nuestro Padre por el Espíritu Santo, esta prueba de enfermedad se tornó en salud espiritual, porque, aunque el Señor aún espera un mayor crecimiento espiritual en mí, puedo decir que me tuvo misericordia y paciencia para hacerme entender la humillación que necesita de mi parte para poder utilizarme.

Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce cuando fuere tiempo;

Echando toda vuestra solicitud en él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore:

Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que las mismas aflicciones han de ser cumplidas en la compañía de vuestros hermanos que están en el mundo.” 1° Pedro 5:6 a 9

Bárbara Sardá de Silva (Anexo Mar del Plata)

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