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Radio 24hs de la ICE

  • Foto del escritorIglesia Cristiana Evangelica Tandil

Testimonio de la hermana Adriana Pérez



18 DE ABRIL DE 2021

Buenas tardes hermanos, quiero decirles que la Palabra de Dios que llegó a mi corazón la encontré en el Salmo18: 6

“En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios: El oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de Él, a sus oídos”.

Deseo contarles que mis dos hijos son una bendición de Dios en mi vida, porque Dios me utilizó como medio para que los engendre, los alimente, les dé educación y dentro de tantos errores que cometí, estaba el error de que yo y mi casa seguíamos una religión, lo que me hacía sentir muy, muy vacía, vacía buscando respuestas en lugares equivocados, porque nunca busqué esas respuestas en Cristo, Quien ahora está en mi corazón, a Quien alabo y amo. Dios me permitió ser madre para que mi ministerio comience con mis hijos. Hoy comprendo que no iba a estar sola, porque Cristo estuvo siempre con nosotros, cuidándonos y protegiéndonos bajo Sus alas para tener la seguridad de la victoria en Cristo. Para que puedan conocerme un poco mejor les cuento que, además de ser docente de educación especial, desde los 24 años de edad trabajé en el área de la salud como técnica de laboratorio realizando los análisis clínicos de los recién nacidos. También soy Instrumentadora Quirúrgica y en el hospital donde trabajaba conocí a mi marido y padre de mis dos hijos. Miguel era médico pediatra, terapista neonatal, gastroenterólogo infantil y médico legista. Nunca conocí a nadie que estudiara tanto y que le apasionara la profesión que había elegido. Tenía emergencias, por lo cual no había un domingo para la familia y eso era difícil para los niños porque querían estar con el padre, situación que la manejábamos día a día. Mi marido falleció de un infarto de miocardio el 4 de noviembre del año 2009, día que trabajó como cualquier otro; se acostó a dormir y partió con el Señor. Hoy comprendo y le doy gracias a Dios porque al llevarse a Miguel lo protegió de este virus y quizás de una muerte mucho más dolorosa en una terapia intensiva donde él trabajaba a diario. Si les cuento esto es para que sepan que nosotros fuimos un matrimonio donde conversábamos mucho de temas relacionados con la medicina, manejo de medicamentos, realizábamos juntos cursos de postgrado y esto me dejó una enseñanza muy marcada. Lamentablemente era sabiduría vacía, vanidad, sin Cristo.

Comienzo a relatarles la experiencia que Cristo me permitió pasar junto a mis hijos y el coronavirus. El virus ingresó en mi hijo menor Gianmarco, de 21 años de edad que comenzó con fiebre no muy alta el día jueves 25 de marzo por la noche. Gian trabaja en una heladería haciendo repartos a domicilio y atendiendo el mostrador y ya venía comentándome que estaban teniendo problemas con las personas que ingresaban al local sin barbijo y cuando les reclamaban que era una norma de cuidado, los clientes se enojaban y no querían retirarse. El contagio vino de ese lugar porque Gian fue el segundo empleado que se contagió. La fiebre era el único síntoma que manifestaba; se fue a hisopar tuvo el resultado el martes 30 de marzo. Ese día comenzó con síntomas mi otro hijo Giuliano, un adolescente nadador, deportista, de 22 años de edad y yo también, pero como el Señor que lleva el control de todas las cosas me había permitido vacunarme, mis síntomas fueron leves. Giuliano, en cambio, comenzó con fiebre elevada que costaba bajarla con anti-térmicos y baños.

Después de pasar toda “Semana Santa” de esta manera, llegó el domingo de Pascua y Giuliano continuaba con fiebre, mucha tos y había perdido el gusto y el olfato. Era el quinto día de fiebre. Ese día domingo me desperté agotada y enojada porque Giuliano tendría que haber estado mejor comparado con Gianmarco que sólo tuvo dos días de fiebre y síntomas y comencé a sentir en mi interior que no iba a ser un día como los anteriores. El Señor me estaba preparando para la noche. Giuliano se sentía peor y fue a darse un baño y cuando salió de la ducha me dijo que necesitaba recostarse. Le tomé la temperatura y tenía más de 40ºC. Le di un anti-térmico y llamé al SAME. La respuesta que me dieron fue que como tenía 22 años debía ir él al hospital y encima caminando porque no tenía permitido usar el transporte público por tener COVID. En ese momento que corté la llamada, Giuliano respiraba con dificultad y allí comprendí que Cristo me estaba diciendo que Él era nuestro médico de cabecera. Tomé la Biblia y al lado de su cama comencé a orar y clamarle al Señor pidiéndole que me mostrara qué quería que yo hiciera para ayudar a Giuliano. En ese momento en mis manos comencé a sentir que las hojas de la Biblia se pasaban solas de página y tuve temor… y cuando abrí los ojos Cristo me decía en el Evangelio de Mateo 14:27

“Más luego Jesús les habló, diciendo: Confiad, yo soy; no tengáis miedo.”

Allí comprendí que Cristo me decía que más importante que la salud física de Giuliano era la salvación de su alma, porque, si bien Giuliano me observaba leyéndola Palabra de Dios, meditándola y pertenecer a una iglesia fiel, no se había arrepentido de sus pecados y no le había entregado el corazón al Señor. Si era la voluntad de Dios que partiera, ya sería tarde para salvar su alma.

Fue una noche muy, muy larga. Prácticamente no cenamos ninguno de los tres y comencé a hablar de Cristo y Sus maravillosas promesas, desde la sobremesa. Giuliano no tenía fiebre en ese momento y me escuchaba, pero la Palabra no llegaba a su corazón. Para complicar todo aún más, su celular no paraba de recibir mensajes. Por eso decidí retirar el teléfono al balcón y sólo quedamos Cristo,Giuliano y yo. Toda la noche leí la Biblia, a veces gritaba porque él no escuchaba y cuando no pudimos más con nuestras fuerzas, nos acostamos. Giuliano se recostó en su cama. Antes de dormirse, como le había hablado mucho del pecado, del infierno y de la muerte, se fijó con temor si iba a quedarse solo y se tranquilizó cuando comprobó que me quedaría a su lado.


Yo estaba muy consciente que había sucedido algo muy fuerte donde realmente se sembró la Palabra de Dios y ahora debía esperar. Necesitaba descansar, pero no podía, no estaba tranquila y en ese momento Cristo trajo a mi mente lo que escrito en Mateo 8:26


“Y él les dice: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y a la mar, y fue grande bonanza” Y TUVE PAZ.


Llegó la mañana y Giuliano se despertó con poca fiebre,entonces le pregunté si había comprendido lo que había pasado hacía unas horas. Pero no quería hablar y estaba enojado.Entonces me puse a orar y le pedí al Señor que me dijera qué debía hacer para cumplir Su voluntad y llamé al teléfono del pastor Emilio.


Hoy puedo decir, hermanos,que mi hijo le entregó el corazón al Señor y yo no puedo dejar de alabar Su nombre, glorificar y dar gracias a Dios porque pude entender que el propósito que Él tenía para nosotros, era que confirmemos la experiencia de Salvación.


Y quería terminar con una oración:


Gracias Señor porque me separaste para ti, me salvaste para algo más grande. Limpia mi corazón Señor para que tu Palabra pueda edificarme y así poder agradarte. Gracias, gracias Señor, gracias por ver la Sangre del Cordero inmolada por mi pecado y porque nunca experimentaré tu ira. Por eso te amo, y oro Señor para que estas cosas con las que lucho, las que enfrento y a veces fallo en creer, me recuerden para Quién es y para qué es y que tu reino venga pronto y tu voluntad sea hecha en la tierra como se hace en el cielo. Oramos en el nombre de Jesús

Amén

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