“Por esto orará a ti todo santo en el tiempo de poder hallarte. Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. Tú eres mi refugio; me guardarás de angustia; Con cánticos de liberación me rodearás. (Selah.)” (Salmo 32- 6 y 7)
Decía el apóstol Pablo en una oportunidad: “Yo ciertamente había pensado deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret.” (Hechos 26- 9) Me apropio yo de la primera parte de este versículo, porque yo también había pensado hacer muchas cosas, (no en contra del Señor, sino a favor), pero como a Pablo, Dios me lo impidió.
Y es así que el 22 de marzo de este año 2024, cuando había yo proyectado un viaje a San Antonio Oeste para visitar a mis hermanos en Cristo y compartir con ellos algún don espiritual, disponiéndome a preparar mi bolso para partir al otro día, un accidente doméstico muy “tonto”... un resbalón en el living de mi casa, hizo que cayera sobre mi hombro y se quebraran de tal forma mis huesos, que no hubo otra solución que una intervención quirúrgica, lo cual implicaba una inhabilitación de “mi brazo derecho” por muchos días!
Durante todos mis años (más de 70) siempre el Señor me guardó de todo mal. Desde que quedé viuda me aferré a una promesa del Señor: “Y hasta la vejez yo mismo, y hasta las canas os soportaré yo: yo hice , yo llevaré, yo soportaré y guardaré.” (Isaías 46-4) Pero esta vez el Señor “no me guardó” de tan grande caída, porque sin duda tenía propósitos y enseñanzas para mi vida. Así lo entendemos los hijos de Dios: “…A los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien...” (Romanos 8-28) Aunque en el primer momento el alma se conmociona, sin entender mucho, y se va aquietando y aceptando poco a poco Su Voluntad.
Varios días pasaron hasta que fui intervenida (más de 15), luchando con mi inmovilidad y teniendo un cabestrillo en mi brazo que me era bastante incómodo. Hasta que el día 8 de abril, leyendo mi lectura matutina, digamos un poco al azar (que no es tal), abrí la Biblia en el Salmo 32, justo el día antes de la operación que fue el 9 de abril. Allí encontré un texto que consoló mi corazón afligido: “Por esto orará a tí todo santo en el tiempo de poder hallarte. …en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.” (verso 6). Y en verdad comprobé que el Señor no permitió que me ahogara en el conflicto: me ayudó, me consoló, me guardó de angustias como dice el verso 7 de este salmo; fue mi refugio.
Pero yo me apropié de ese versículo de consuelo, sin darme cuenta que el salmo seguía y que también era parte de mi experiencia: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar: Sobre tí fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento: con cabestro y con freno su boca ha de ser reprimida...”(versos 8 y 9) Al instante miré mi brazo y ví el cabestrillo que tenía puesto y quedé conmovida!! EL SEÑOR ME HABÍA PUESTO EL CABESTRO!...seguramente había estado haciendo cosas (con buenas intenciones, el Señor lo sabe) pero sin entendimiento. “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar...” Muchas veces nuestros años de cristianos nos hacen olvidar que hasta el final de nuestros días debemos dejar que el Señor nos muestre el camino en que debemos andar. “¡Gracias, Señor!” -dije al instante- “debo aprender a depender más de tí.”
En esos días vino a visitarme mi nieta, que con todo amor y pensando en mi brazo derecho impedido de actuar me regaló el texto de Isaías 41-10
“No temas, que yo soy contigo, no desmayes, que yo soy tu Dios...siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
-“Abuela”, me dijo, “no tenés tu diestra sana, pero el Señor te da la suya!”
¡Qué precioso! “…de la boca de los niños…” (Mt. 21:16) Allí me puse a pensar y entendí por qué el Señor me había quebrado mi diestra. El Señor siempre quiso darme Su Diestra para que me apoye y me deje llevar, pero yo no hice uso de ella, porque me apoyaba en la mía, que estaba sana. Por eso vino entonces la preciosa disciplina de mi Padre de amor. El mismo Padre que en el Salmo 32 dice que perdonó mis iniquidades y borró mis pecados, es el mismo que ahora quiere guiarme y, como me ama, me corrige.
Por eso, a pesar de lo duro de la experiencia, como dice el verso 11 del Salmo, me alegro en el Señor, me gozo y canto porque aprendí cuánto Él me ama y, aunque no me guardó del golpe, me guardó sí de la soberbia de mi corazón que cree poder todo.
Hermosa lección...el Señor siempre nos disciplina hasta el final de nuestros días... “sobre tí fijaré mis ojos.” dice el salmo. Y es de notar que también el verso 10 de este Salmo se cumplió en mí: “Muchos dolores para el impío...” ¡pero no para mí! porque puedo asegurar que a pesar de todo, no sufrí dolores... esperé en Jehová y fui cercada con Su misericordia.
En todo este tiempo (casi dos meses) recibí muchas muestras de amor de todos mis hermanos, de todas las iglesias que se preocuparon por mi salud. El pastor Heraldo Silva me mandó el texto de Romanos 5-1 a 5 y puedo decir con el apóstol Pablo: “…Mas aún nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios está derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado.” Todo esto ocurrió en mí con esta experiencia y por eso le agradezco al Señor “Su cuidado”.
¡Quiero ahora no olvidarme de esto! : Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar... Que mi diestra “siga quebrada” para que la diestra del Todopoderoso me ayude y me sustente.
“Porque yo Jehová soy tu Dios, que te ase de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudé” (Isaías 41-13)
Edith Marino vda. de De Nardo (I.C.E en Tandil)
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