Hola, mi nombre es Luján. Llegué a la Iglesia fiel cuando tenía unos 12 años aproximadamente. Mis padres se conocieron en una Iglesia y, aunque luego se apartaron, nos inculcaron seguir al Señor, por lo que siempre nos mandaron a escuelitas de barrio, a mí y a mis dos hermanos. Ellos, también empezaron, pero en la adolescencia se alejaron.
Pasé hasta mis 20 años en la Iglesia y, aunque iba yo sola de toda mi casa y mi familia se me ponía en contra, yo seguía. Me bauticé y con la ayuda del Señor y los hermanos de la Iglesia, siempre me sostenían con una palabra de aliento. Hasta que mis padres se separaron de una forma muy fea. Nos golpeó una realidad muy cruda y toda mi familia se deshizo, todos fuimos a parar por cualquier lado, a mí me tocó ir con una tía de mi padre en La Plata.
Desgarrada de mi familia, en una ciudad que no conocía, con gente muy tosca, muy dura, me rebelé ante todo, creí que había vivido en una burbuja, que ahora se reventaba y esta era la realidad, y fue así alejada del Señor al salir yo de debajo de Sus alas, era otra mi realidad y fue más difícil.
Viví por varias ciudades, estudié dos carreras sin pedir la guía del Señor, hoy sufro aun esas consecuencias. Luego de cuatro años, recién pude volver a Tandil, a reunirme con mis hermanos y mi mamá. Hoy vivimos todos cerca, aunque aún no están en los caminos del Señor. Sé que el Señor en Su misericordia los cuida y tendrá piedad de ellos, confiando en el texto de Hechos 16:31 “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.”
Al llegar a Tandil, conocí a Diego, quien hoy es mi marido, aunque estaba en un testimonio errado, él buscaba conocer al Señor con mucho respeto y TEMOR. Yo, aunque alejada, (pero cada tanto iba a alguna iglesia y me sentaba al fondo a escuchar), tenía lo que él buscaba: “la verdad”, sobre el Señor, sobre un testimonio fiel. Fue así que Dios me fue llevando a volver a acercarme a Él, al recordarle cuando le hablaba a mi esposo de Su amor. Diego aceptó al Señor y hasta el día de hoy tiene más fe que yo. Él trataba por todos los medios de que yo me reconciliara con el Señor.
En medio de todo esto, siguiendo muy enojada por mi situación familiar y personal, se me diagnosticó una poliquistosis bastante severa, por lo que no podría tener hijos, según me decían los médicos. Al contarle a Diego en un llanto con mucha amargura, él sólo me miró y me dijo que eso no podía ser, me llevó a la Iglesia que él iba y me dijo que orara con él y que Dios aún estaba ahí, escuchándome, y que lo deje en Sus manos. Sentí un alivio impresionante y a los cinco meses nos enteramos que estába embarazada.
Las pruebas continuaron. El ginecólogo, quien me estaba haciendo un tratamiento oncológico con tamoxifeno, al enterarse de mi embarazo, se enojó y dijo que debíamos abortar, ya que el bebé podría nacer muy mal. Entonces, con fe, decidimos que si Dios nos los había mandado, era por algo y fuese como fuese, lo aceptaríamos, se lo habíamos pedido y ahí estaban, eran dos y sólo uno estaba, aunque casi desprendido de la placenta. Lo tuvimos que cuidar mucho e internarme para parar las contracciones y luego, reposo por seis meses. Pensando en qué sería de ese bebé y de nosotros, el Señor trató conmigo durante todos esos meses. A los ocho meses de gestación, se adelantó el parto, fue difícil. El médico no quería sacarlo, mi presión subía cada vez más y el bebé se ahogaba. Por misericordia nació Geremías, quien hoy tiene 9 años y es un niño normal. Nació bien y muy inteligente, aun nos enseña a nosotros sobre el Señor.
Ya tenía mi familia, mi hijo, un marido, pero aun algo me faltaba. Aunque me costó, pude demostrarle a Diego que no estaba en un testimonio fiel, y lo convencí de conocer el Testimonio Filadelfia.
Me presenté ante la Iglesia como estaba, con mis consecuencias de haber estado apartada de los caminos del Señor. Pero si hay algo que caracteriza a este Testimonio es el amor fraternal, me recibieron con tanta alegría y amor, que parecía que fuera ayer que me había ido y que el tiempo no había pasado. Recordaba la historia del hijo pródigo quien esperaba aunque sea algo y su padre lo recibió con lo mejor y con fiesta y todo. Así lo sentí, así sentí mi vuelta al testimonio, con Diego, Geremías y embarazada de 4 meses de otro varón. Y me di cuenta que no me había llevado 4 años volver a casa (Tandil) me había llevado 10 años volver a mi verdadera casa, mi Iglesia. Esto le dije a Diego, luego de regresar de la primera reunión.
Tres meses después de mi vuelta a la Verdad, se empezó a complicar mi presión otra vez. Había hecho una preeclampsia grave que me llevó a estar tres días en terapia intensiva. El jueves 1 de mayo nació Máximo. Llegué al sanatorio con 18-9 de presión, no veía ni escuchaba, me desperté dos días después. No entendía nada. El bebé no estaba conmigo y yo estaba con todos esos aparatos. Al calmarme, recordé lo que había pasado al entrar a quirófano. Empecé a sentir una paz desbordante, nada me preocupaba, veía a Diego con Gere y un bebé envuelto. En esa imagen yo me alejaba sin siquiera preocuparme por ver al bebé, Dios estaba conmigo y yo me iba con Él, era hermoso, pero unas voces estridentes y unos golpes en mis mejillas me llamaban y yo, enojada, no quería volver. Por eso sé que hasta hoy espero ese día que me vuelva a buscar con mucho gozo, se cómo va a ser, HERMOSO SENTIR SU PRESENCIA OTRA VEZ.
Hoy los cuatro estamos en Su casa y recuerdo, cuando iba sola de chica a la iglesia y lloraba y recordaba el texto de “EN LO POCO HAS SIDO FIEL, EN LO MUCHO TE PONDRÉ”, otra promesa que cumplió el Señor en mi vida. Por algo permitió que me quedara, por algún motivo nacieron Gere y Máximo. Sé claramente, y se los enseño a ellos, que son de Él. Sólo me los prestó para criarlos en Sus caminos.
A aquellos que han aceptado al Señor, a quienes han un día escuchado, aun desde su niñez y luego apartados, les puedo decir con conocimiento de causa que Dios nunca se aleja, Su Espíritu siempre los rodea, esperando el momento y, pase lo que pase, siempre todo va a ser para nuestro bien. Aunque no entendamos, hasta lleguemos a preguntarnos si Dios tiene compasión, Él siempre estará para socorrernos. El camino del cristiano que quiere ser fiel, es difícil, pero verdadero, hoy puedo decir que aunque me falte mucho por aprender y vivir, mi esperanza está en El. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. FIL 4:13.-
Un abrazo grande!!!
Luján Naito de Lamothe
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